Darío Botero Pérez
Contenido
1. Valor de las mayorías ............................................................................................................. 1
2. Votos, poder y corrupción....................................................................................................... 7
3. Esencia de la Historia........................................................................................................... 12
4. El papel de las fuerzas productivas....................................................................................... 13
5. Farsa electoral contra la Verdad ........................................................................................... 16
6. Auténticos enemigos comunes.............................................................................................. 18
7. Pueblo unido contra politiqueros y plutócratas..................................................................... 19
1. Valor de las mayorías
Un líder de la derecha venezolana vendepatria, Ramón Muchacho, ha afirmado que “no hay una salida democrática para Venezuela”, porque entiende que quien escruta elige, inclusive aunque el reconocido y declarado como ganador no lo sea, de manera pública y evidente.
Éste es el escandaloso caso con Donald J. Trump, el indeseable bipolar que los halcones de Wall Street impusieron como presidente espurio, desde el inicio de la campaña, aunque perdió el voto popular en USA.
El reclamo del ejercicio directo de la presidencia obedece a que los enemigos comunes ahora están desaforados en su destrucción masiva de biosfera y concentración de la riqueza.
Se esmeran en impedir que la equidad se establezca gracias a la abundancia alcanzada por la alta productividad industrial, si se la apropia la Humanidad en su beneficio en vez de permitir que la despojen los plutócratas.
Por fortuna, también están plenamente desenmascarados ante los honestos reacios a asimilar tanta maldad, pero obligados a combatirla en defensa de la Vida y la Madre Tierra, porque el ánimo apocalíptico de los abrahámicos es evidente.
Si no reaccionamos, Benjamin Netanyahu lo garantiza gracias a la disposición homicida del cómplice y socio, Donald J. Trump, como bien claro quedó dicho por el magnate sicópata en la Asamblea General de la ONU, en septiembre, cuando los huracanes y terremotos conmovían a la Humanidad sensible y evolucionada.
Pese al fracaso evidente del modelo cuando no existen justificaciones para que unos individuos suplanten a otros porque todos pueden intervenir directamente, insisten en defender la democracia representativa -pero degenerando el concepto de acuerdo a los criterios de la Neolengua que denunció Orwell en su libro 1984, y que Trump denomina Posverdad- imponiendo la voluntad minoritaria a la mayoritaria.
Así deforman la esencia misma del concepto representativo, porque les conviene a los plutócratas juiciofinalistas para mantener sus privilegios contra los Derechos Humanos, Sociales, Políticos, Económicos, Ambientales y Culturales de las mayorías engañadas, fanatizadas, divididas, traicionadas y utilizadas.
Ya están decididos a desatar el Armagedón universal que los advenedizos -como Obama o Hillary- podrían eludir o intentar evitar.
Fue lo que hizo el mestizo al pactar con Irán contra las órdenes sionistas, lo cual retrasó el conflicto nuclear que anhelan. Y que Trump comparte con los demás halcones, como objetivo estratégico fundamental de los plutócratas para que la Historia no muera. Al menos, no antes de matar los siete mil millones que les sobramos y estorbamos. Y destruir cuantos ecosistemas puedan...
Por eso impusieron a su par plutocrático sobre la decisión popular, sosteniendo que fue elegido legalmente, aunque violando de forma expresa y evidente la voluntad de las mayorías de quienes votaron, que prefirieron a su rival demócrata.
No les importa que, en todas partes, reconocerle la victoria al que obtiene la mayoría de los votos es lo lógicamente esperado para legitimar el proceso del despojo mayoritario del poder, delegado por los votantes en los elegidos, que hacen parte de excluyentes ramilletes de elegibles.
Así procede la democracia burguesa, que es una falsa democracia porque el poder se lo reservan élites de politiqueros, lacayos de los verdaderos dueños del poder, que son los plutócratas.
Estas convenciones ya no tienen fundamentos cuando Internet nos permite expresarnos sobre lo que nos interese, tanto como defender nuestras preferencias sobre los asuntos públicos, buscando consensos más que imposiciones a las mayorías de lo que les conviene a las despiadadas minorías.
Es evidente que, con las farsas representativas, unos notables mediocres ambiciosos, serviles, abyectos, desalmados y sin escrúpulos, suelen imponer legalmente su falsa grandeza.
Además de elevar sus egos, ser los elegidos les permite acceder a esferas superiores, donde se pactan los peores crímenes contra los ciudadanos, su dignidad y sus derechos; donde se deciden los negociados contra la patria, la biosfera y el patrimonio común.
La esperada mayoría en los sufragios depositados, legal o ilegalmente, así sea falsa pero oficial, sería la gran prueba de que los procesos electorales son democráticos de alguna manera relativamente cierta para la institucionalidad liberal.
Su anormalidad admitida la denunció temprana y magistralmente Nicolás Gogol en su novela Las almas muertas. Por tanto, escandalizarse por sus fraudes es ignorancia o perfidia, malicia y picardía.
Sin embargo, tal democracia es bastante convencional, frágil y laxa, de modo que quienes estamos vivos podemos superarla definitivamente ejerciendo la Democracia Directa.
El elemento esencial de la falsa democracia representativa, liberal, burguesa o capitalista, es la elección periódica de los verdugos que han de despojarnos del poder durante cierto tiempo, para lucrarse personalmente, desde luego.
Tal sería la verdadera razón por la cual los politiqueros arribistas dedican sus vidas para alcanzar el poder, especializándose en todas las “picardías” que les permitan obtenerlo.
(El amable, precioso y elegante término para denominar la corrupción, “picardía”, tan propio del siglo de oro, cuando Lope de Vega decía que “En esta edad es discreto el que más al otro engaña, el que roba, el que enmaraña, el que no guarda secreto”, lo puso de moda el aristocrático marrano e indigno premio Nobel de Paz de 2016, Juan Manuel Santos Calderón, actual presidente de Colombia. Por sus crímenes sabemos que, aunque impune todavía, se trata de un frío y calculador asesino, además de traidor con alma de tahúr, lo cual le valió engañar al gurú, su entonces jefe, Álvaro Uribe Vélez, el famoso coautor de los pícaros y picarones “falsos positivos”. Así se conoce su asesinato deliberado de jóvenes indefensos y desplazados, para hacerlos pasar como guerrilleros caídos en combate, lo cual les suena a gloria a sus huestes furibistas, ansiosas de sangre. No obstante, ambos se niegan a reconocer sus crímenes ante la justicia ordinaria, que no se atreve a procesarlos por nada de lo denunciado y oculta muchos de sus delitos. Pero podrían aprovechar las gabelas de la Jurisdicción Especial para la Paz, convenida en los Acuerdos de Paz con la FARC, en vez de correr el riesgo de que la Corte Penal Internacional asuma sus responsabilidades y los juzgue como se lo merecen. Confían en que ésta es otro instrumento del sistema global oprobioso, de modo que no los castigará. La tarea de hacer justicia de verdad, le corresponde a los pueblos que se yergan, a nadie más)
Esta clase de ventajas explica que los politiqueros y sus amos gasten enormes cantidades de dinero para comprar caciques electorales, votantes pusilánimes o venales, testigos, jurados, funcionarios y auditores de los procesos y las actas oficiales de escrutinio.
Se trata de una forma de enfrentamiento entre politiqueros más civilizada y conveniente -para mantener su integridad, tanto como sus privilegios personales de seres superiores a los engañados que les creen- que eliminar físicamente a quienes les disputan el turno para gobernar a los demás.
O sea, para apabullar a los electores. Pero, sobre todo, a los cándidos e inermes ciudadanos que detestan la farsa electoral, de modo que no votan y suelen ser más numerosos y cultos que quienes lo hacen, pero se ven obligados a someterse a los elegidos, por corruptos, arrogantes, ignorantes, desalmados, viles y despreciables que sean.
La elección del que más votos exhiba sería la consecuencia evidente del ejercicio ciudadano del “derecho a elegir”, que le da la mayoría a uno de los candidatos escogidos entre quienes tienen el raro y exclusivo “derecho a ser elegidos”-, convirtiéndolo “naturalmente” en el ganador.
Poco importa, porque más bien es lo normal en tales farsas rituales y periódicas, que los resultados los adulteren los escrutadores antes de darlos a conocer públicamente. Igual de usual es que los votos obtenidos sean comprados. O, en vez de libres y conscientes, forzados, ya sea por amenazas o por promesas.
O frutos de la mentira monda y lironda, como ocurrió en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, en Colombia, cuando se indujo a votar contra los Acuerdos de Paz con las mentiras difundidas por los grandes enemigos de la Verdad, agrupados en el furibismo pero con más tentáculos cavernarios.
Pero la asombrosa democracia ejemplar de USA no funciona así porque, cuando los plutócratas lo deciden, gana el que determinen los “colegios electorales” en vez del que obtenga la mayoría de los votos registrados, lo cual da al traste con toda la farsa.
Sin embargo, la siguen sosteniendo porque todavía encuentran quien les haga el juego en la democracia ejemplar, que ningún USAno tiene derecho a criticar porque sería considerado un traidor a la patria, castigado con tanta demencia como los coreanos del norte que no se le arrodillan a Kim Jong-Un.
La censura es manifiesta pese a la primera enmienda que garantiza su extraña y restringida libertad de expresión. Los potentados la definen, conceden y vedan a su antojo, como bien claro lo han dejado el macartismo y los ataques directos de Trump a las protestas de los jugadores de su fútbol.
O, lo que es más nazi fascista todavía, sus ataques a la prensa imperialista tradicional, pese a que es apologista del régimen atroz.
La descalifica y ridiculiza entre sus huestes cavernarias porque tiene el deber de criticar los excesos que afecten a los sectores de potentados cercanos a sus intereses de cuarto poder, afortunadamente ya superado por Internet, que nos ofrece a todos sus posibilidades democráticas auténticas.
Es lo que vemos en la aterradora metrópoli sede de los halcones, verdaderos enemigos comunes de la Humanidad, ahora abiertamente desafiando a los dignos con las bestias asesinas del ku-klux-klan y la Asociación Nacional del Rifle.
Sin embargo, los indignados pueden recuperar su protagonismo -que nutrió el ejemplar movimiento Ocuppy Wall Street en 2011- antes de que los asesinen los rezanderos criminales de la America profunda, tan buenos o, al menos, tan bien armados, desalmados y entrenados.
Evidentemente, superan a cualquier ejército nazi o fascista conocido, en capacidad de exterminio de marginados sociales inermes, como los numerosos inmigrantes.
O como los fastidiosos negros, cubanos exiliados y puertorriqueños, que creen tener iguales derechos a los de los blancos anglosajones protestantes, por igualados, insoportables y descarados, de modo que se han ganado el exterminio a los ojos de los herederos de quienes exterminaron a los nativos y han asolado el territorio.
2. Votos, poder y corrupción
Votar es un rito elemental del ejercicio liberal ciudadano, que adocena, desvirtúa o deshonra sus potencias individuales mediante la imposición de las ingeniosas instituciones de Montesquieu.
Pero el uso consciente de sus potencias le permite al sujeto ser independiente, autónomo, soberano, singular, único y digno, absolutamente distinto e irrepetible pero legalmente igual a cualquier otro en una Verdadera Democracia.
Se trata de una conquista sublime entre las convenciones civilizatorias que reivindican a la especie humana, tan desacreditada por los sicópatas dominantes durante los últimos diez mil años de nuestra existencia.
Esa vida digna para todos es lo que esperamos construir y consolidar las mayorías con la Sociedad Democrática Global.
Sin embargo, negociar su derecho electoral halaga al votante amnésico e indolente, tanto como al amigo de la oposición que va a ejercer su turno en el poder, o al partidario de quienes no quieren soltarlo.
En cualquier caso, el voto favorece directamente a los corruptos, que prosperan más si resultan ganadores.
Pero los hábiles se acomodan lo mejor posible, si pierden y saben ser buenos perdedores, porque “en juego largo hay desquite”.
Por eso, en los países capitalistas que fungen de democráticos, todos los partidos apoyan la rotación de politiqueros elegidos por ingenuos e indefensos electores.
Éstos actúan engañados por sus respectivos demagogos, que los usan para evitar resolver sus diferencias por la fuerza bruta entre impostores inescrupulosos, como ya se dijo.
También, la exigida rotación les sirve para que los ciudadanos olviden las ofensas del gobierno que cede el turno, a medida que los nuevos gobernantes desplieguen su propia corrupción adelantando sus propios negociados con lo público.
La violencia es para aplicársela al pueblo que se rebele; no para matarse mutuamente los politiqueros.
Aunque casos se ven con cierta previsible frecuencia, cuando las diferencias son irreconciliables porque un actor exótico pretende penetrar al Olimpo de los Elegibles, hasta entonces exclusivo para politiqueros oligarcas, aliados y lacayos de los potentados tradicionales.
Tal sería la delicada situación de Venezuela actualmente; bastante obvia en la ambiciosa, rabiosa, vendepatria, tramposa, traidora, dividida y narcisista oposición de derecha contra el régimen chavista.
Los opositores putrefactos, aliados incondicionalmente con la derecha internacional, son capaces de propiciar la invasión de su territorio por fuerzas armadas extranjeras que garanticen la continuidad del Neoliberalismo en la patria de Bolívar.
Ésta es la declarada misión de CNN en Español, según la voluntad del potentado Ted Turner, indeclinable en su promoción del Neoliberalismo y los intereses de las multinacionales, aunque el pérfido Trump lo ataque y descalifique.
Al régimen de la anacrónica y autocrática Revolución Bolivariana, no sólo lo bloquean económicamente para asfixiarlo y desacreditarlo ante las masas, sino que lo calumnian llamándolo narcodictadura.
Proceden sin escrúpulos pese a realidades tan patéticas como las de Colombia y México, abiertamente gobernados por narcotraficantes de derecha desde hace años.
Sin embargo, dado el origen patricio de los Santos, en Colombia el furibismo mafioso -que asumió directamente el poder central desde 2002 con la dictadura de Álvaro Uribe Vélez- pretende descalificar el régimen de Juan Manuel calificándolo de “castrochavista”, lo que sería peor que “narcodictadura” para los capos de la derecha narcotraficante, políticamente conocidos como “emergentes”.
¡Qué ironías! Los nostálgicos del poder en Venezuela, y sus aliados, hasta piden a gritos invasión extranjera -abonada diariamente con cadáveres de jóvenes románticos, ingenuos y exacerbados ideológicamente, durante unos cuatro meses seguidos, hasta que la convocatoria a la Asamblea Constituyente logró frustrarla-, dada su impotencia para manipular los comicios electorales que el chavismo domina ahora. ¡No tienen paciencia!
En general, sin embargo, estos ruines y ambiciosos personajes ilusionan u obligan a los infelices a participar en la farsa electoral colectiva, de modo que unánimemente, sin diferencias ideológicas que los confronten al respecto, ocultan los defectos del sistema vertical, caracterizado por la corrupción de todos ellos.
Desde luego, el resultado más nocivo de la democracia representativa, que de Democracia nada tiene, es que sus beneficiarios impiden que el pueblo asuma efectiva y realmente el poder que le pertenece, y que actualmente puede ejercer directamente gracias a Internet, desde donde se encuentre y cuánto y cuándo quiera.
En cuanto al efecto general de la tentación pecaminosa inducida por la corruptora posesión del poder, de ninguna manera tenemos derecho a “tirar la primera piedra”, actuando como hipócritas sin redención pero totalmente cínicos, cual Trump y sus semejantes.
O sea, a olvidar que -independientemente de promesas, mentiras, ilusiones, perversiones, engaños, fanatismos, convicciones e ideologías- la experiencia demuestra que el poder nos corrompe a todos.
Sucede si lo ejercemos sobre los demás, despojándolos de la cuota personal de cada uno, cuya suma constituye el Sagrado Poder Popular que exalta el Anarquismo, garante de los derechos de todos y obstáculo invencible para que el poder se lo apropien unos pocos.
El carácter corruptor del ejercicio del poder por individuos y oligarquías, lo postula el sabio axioma de lord Acton, quien lo formuló en 1870 para oponerse a la absurda pretensión de infalibilidad que el Concilio Vaticano I quiso atribuirle al Papa.
Lo cierto es que la inmensa mayoría de los que aspiran a ejercer el poder son sicópatas obsesivos, que abusan de la buena fe de los demás, usándolos, despreciándolos, suplantándolos, despojándolos y anulándolos.
Logran desinteresarlos de aspirar a ejercer responsabilidades políticas y sociales elementales, vitales y fundamentales, inherentes a la soberanía individual.
Pero son responsabilidades -reconocidas por la Ilustración como atributos personales definitivos, y apropiadas por las multitudes dignas desde entonces- indelegables para cada uno que se lo crea, lo reclame y lo defienda con toda dignidad, en una sociedad realmente civilizada, equitativa y rica, conformada por ciudadanos convencional y legalmente iguales, tolerantes y respetuosos; libres y fraternos nerdos en vez de matones.
Los enemigos comunes engañan, ilusionándolos, a quienes Jesús llamó mansos.
Y éstos suelen ser cándidos inermes y pacíficos, carentes de enfermizas ambiciones de superioridad sobre el prójimo. Por tanto, no conciben la vil existencia ni las perversas intenciones de los ambiciosos, mentirosos, desalmados, criminales y peligrosos suplantadores profesionales, que buscan y asumen autoridad de cualquier tipo sobre los demás.
Los politiqueros tratan a los mansos cándidos como a mensos manipulables a su gusto, particularmente útiles para que los elijan, buscando ejercer su personal turno para robar.
No les importa que las políticas se trastornen, los votantes terminen defraudados, la estabilidad social desaparezca, la iniquidad crezca y el Medio Ambiente quede destruido.
Su gran triunfo son las coimas en paraísos fiscales, que pueden disfrutar sin temer represalias, alejados de los eriales en que han convertido a sus países, dejando desamparados a sus compatriotas mensos e inermes.
Sin dudas, siempre y en todas partes, los politiqueros y quienes acumulan cualquier tipo de poder sobre los demás, han sido corruptos.
Acosado y desesperado ante el peligro de que su partido pierda el gobierno nominal, así lo ha reconocido literal y abiertamente Enrique Peña Nieto, el presidente de México, para reducir las presiones sobre sus propios negociados de traidor a la patria.
Sin dudas, es notablemente inepto para resolver los problemas del pueblo, como lo dejaron claro los terremotos y los huracanes de septiembre. Pero es relativamente hábil para aumentar su fortuna por cuenta de negociados con lo público y lo sagrado.
La penetración de la corrupción sin atenuantes la ilustra el poder de las mafias. Cogobiernan exhibiendo más poder que las autoridades legítimamente elegidas y constituidas, según los postulados de la falsa democracia burguesa o liberal.
O sea, en el capitalismo las autoridades son impuestas por los politiqueros al servicio de los potentados, que en México lograron la desnacionalización de la industria petrolera; y han exigido el aumento cotidiano de los precios de los combustibles que produce.
Sin duda, es indudable, claro, evidente, innegable y cada vez más conocido por gente común y corriente, el carácter de repúblicas mafiosas de los tres países del famoso triángulo centroamericano, Guatemala, Honduras y El Salvador, tanto como los de México y Colombia, emulados por Perú, Costa Rica, Brasil y otros más.
Pero jamás lo reconocen sus detentores y beneficiarios, quienes insisten en engañar electores para seguir sosteniendo los regímenes oprobiosos que nos anulan...
3. Esencia de la Historia
Sin dudas, el régimen oprobioso dominante en todo el Mundo, con la posible y notable excepción de Bután, ahora obrando ideológicamente por cuenta del Neoliberalismo o capitalismo agonizante y mortal, conforma otro odioso y despiadado rostro del infame sistema piramidal y autocrático característico del modelo inicuo impuesto por la Historia a los pueblos pacíficos, laboriosos y creativos, esclavizándolos e impidiendo el progreso evolutivo al ritmo que la Vida nos ha ofrecido como especie.
Pero ahora podemos rescatar el verdadero progreso colectivo guiado por el sentido común, el bienestar general y el respeto a la Vida y la biosfera que la sustenta. Lo conseguiremos juntos, mediante las formaciones sociales concertadas democráticamente, que estimulen una evolución saludable capaz de derrotar a los involucionados que nos lo impiden.
De esta forma nos forjaremos un futuro digno, salvándonos de ese período antropológico que pretende apurar el fin para la especie humana, tanto como para las que han tenido la desgracia de caer bajo nuestras garras depredadoras y asesinas por ser nuestras contemporáneas.
Ya, el infausto, violento, desalmado, vergonzoso y fructífero período antropológico conocido como Historia, es absolutamente decadente y anacrónico, reconocidamente inicuo e inaceptable.
Por fortuna, objetivamente estamos en condiciones de superarlo de manera democrática, necesariamente colectiva y multitudinaria, ejerciendo cada uno su cuota de poder individual mediante el Ágora Virtual Global ofrecida por Internet y su parafernalia telemática.
No requerimos -para expresarnos en defensa de lo que nos interesa- pedirle permiso a nadie, ni guardar ritos ni ceremonias impuestos por apóstoles dispuestos a sacrificarse por sus compatriotas, a un enorme costo para éstos.
El gran requisito universal para ser dignos y soberanos es ser leales con la Vida tanto como amigos de todos los que la defiendan, y enemigos intolerantes de quienes la ataquen, pues es la esencia de la existencia y los principios que la rigen: “Sin Vida no hay esperanzas”
No tenemos que aprender catecismos ni jurarle fidelidades a ninguno, para defender las causas comunes. No hay razón para renunciar a defender los intereses propios por acoger los ajenos sin beneficio de inventario. O sea, sin examinarlos ni criticarlos ni compartirlos ni convencernos de que defenderlos nos conviene.
Sin embargo, algunos intermediarios, delegados, representantes o politiqueros profesionales, posan de revolucionarios llenos de fe en el materialismo.
Históricamente han procedido convencidos de que interpretarlo adecuadamente es tarea propia de especialistas bien preparados, que serían ellos.
De ningún fracaso aprenden, pues la teoría marxista les obnubila las mentes, llevándolos a concluir que esos discursos son más infalibles que los dogmas religiosos. De ahí su fanatismo dogmático pero ateo.
Honradamente son incapaces de entender que los análisis de Marx y de Lenin han sido superados por el desarrollo de las fuerzas productivas, según podemos deducirlo del “análisis concreto de la realidad concreta”, que sigue siendo un método válido, presuntamente enseñado, aconsejado y aplicado con rigor por ambos maestros del comunismo proletario, tan metafísico y falsamente científico y materialista.
Es puro idealismo regido por los cuadros revolucionarios, que nada entienden pero han asimilado los textos sagrados que los habilitan para resolverlo todo, incluido lo que ni se imaginan.
Posiblemente, el marxismo ha entendido que la Historia tiene que terminar junto al oprobioso capitalismo suicida, antes de que la irracionalidad individualista nos mate a todos, que es la promesa evidente del consumismo.
En estas circunstancias, la fuerza de las multitudes ha de expresarse democráticamente contra los plutócratas, en vez de caer en la trampa de la violencia, que ha servido para parir los sistemas oprobiosos del piramidal período.
La Revolución Mundial indispensable, será pacífica y democrática para romper con los paradigmas oprobiosos que nos han impuesto los sicópatas durante los últimos diez mil años, y que los mansos estamos obligados a superar.
Ese será un apreciado y distintivo fruto de la Sociedad Democrática Global.
4. El papel de las fuerzas productivas
Parece irrefutable que las fuerzas productivas son el determinante en última instancia para que la realidad material se transforme, como también y tan bien lo estableció el respetado científico social, Carlos Marx.
Hasta ahora, este aserto conserva su vigencia, de modo que el renano judío no ha sido desmentido por el desarrollo material objetivo, en vez de idealista, en esta apreciación.
Más bien, el asombroso progreso alcanzado en las fuerzas productivas lo enaltece, aunque deje sin bases materiales el papel supuestamente definitivo y determinante del proletariado, teorizado por el poeta Enrique Heine y adoptado por Marx y Engels como eje central de sus proyectos revolucionarios surgidos de la “lucha de clases”.
Parece que sigue siendo verdad el papel definitivo de las fuerzas productivas para realizar una Verdadera Revolución Social.
Esto es, la que cambie el modo de producción radicalmente, como lo estamos viviendo ahora, cuando las condiciones subjetivas o toma de conciencia por los ciudadanos globales florece rápidamente, poniéndose a la par del desarrollo técnico científico capaz de materializar la utopía.
Pero la importancia del proletariado está probadamente descartada en la pretensión de que sea indispensable, exitosa y satisfactoria para la especie humana y la biosfera.
Pese al riguroso Marx, las consecuencias del desarrollo de las fuerzas productivas desatadas por el capitalismo, no han sido validar el papel revolucionario fundamental del proletariado en la creación de las sociedades horizontales que nos aseguren un futuro rico, pacífico, solidario, amable, satisfactorio para todos.
Lo que nos muestra la realidad es su desaparición objetiva, como clase social influyente en el destino común, indudablemente incapaz de ser la determinante en los procesos revolucionarios requeridos por la Humanidad para evitar el Apocalipsis que los sionistas impulsan afanados.
Igualmente, es anacrónica e inadmisible la noción de que el cambio tiene que basarse en la violencia.
Las experiencias “socialistas” y “comunistas” del siglo XX son suficientemente aleccionadoras para evitar seguir con fanatismos excluyentes y odiosos, que nada superior alcanzan pese al derramamiento de sangre que propician.
En consecuencia, acá sí se equivocó el maestro, pues el esencial protagonismo que le atribuyó a la clase obrera industrial (o proletariado) contra las evidencias culturales y las arrogancias de los intelectuales pequeñoburgueses, a quienes descalificó tildándolos de socialistas utópicos, fue una deformación idealista del Marx político.
Quizás se explica por su buen corazón, angustiado por el sufrimiento de los obreros durante el capitalismo naciente, cuyo potencial era inimaginable, pero cuyas infamias afectaban a cualquiera sensible.
Pese a su carácter incipiente, los marxistas, guiados por el combativo Carlos Marx y su amigo Federico Engels, trataron de derrotarlo en su infancia, promoviendo prematuramente la revolución comunista, ahora sí posible e indispensable, pero como Revolución Democrática Mundial.
Sin embargo, realizarla es obligación del 99% víctima de los sicópatas que conforman el excluyente 1%; y no de unos obreros semianalfabetas y en trance de extinción.
El materialista desarrollo objetivo de la realidad nos ha llevado a los robots y las impresoras 3D, tanto como a la impensable Ágora Virtual Global accesible para todos.
Pese a los prejuicios, y a su persistencia residual aunque abundante, la esclavitud del trabajo material se acaba con éstas y otras maravillas. Existen; y aseguran que liberarse de esa maldición que nos sacó del Edén es lo que el futuro promete.
Lo exige para superar las sociedades clasistas que impiden alcanzar el sublime desarrollo pleno del individuo contando con el respaldo pleno de la sociedad.
Son tan retrógradas las sociedades piramidales o autocráticas que, contra el progreso objetivo posible, hasta reviven y legalizan la esclavitud, como en el Brasil del ilegal Michel Temer, lo cual comprueba la decadencia imparable de los plutócratas.
5. Farsa electoral contra la Verdad
En cuanto al valor de la cantidad de votos como herramienta para conocer la voluntad popular mayoritaria, en el caso de la presidencia espuria de Trump la mentira es enorme y evidente cuando alega haber obtenido legítimamente el cargo.
Lo cierto es que los plutócratas lo eligieron desde que admitieron incluir su nombre en las primarias republicanas de 2016.
Por eso gobierna a su antojo, pese a las mayorías obtenidas por Hillary, y, sobre todo, a la intervención contra ella de los mismos rusos, enemigos por antonomasia de la reaccionaria USA.
Esta manguala descalifica al magnate repugnante, pues públicamente solicitó la ayuda rusa para vencer a la sirvienta demócrata, tan desahuciada desde el comienzo como los mismos copartidarios, rivales lacayos del republicano por conveniencia y magnate por posición socio económica.
Lo cierto es que el ingenioso recurso de las votaciones para establecer la supuesta voluntad de unas mayorías, ignorantes de los temas que les consultan, constituye una convención aplicada por muchas instituciones que suplantan y subyugan a las mayorías, no sólo en política.
Pero ya no se justifica semejante despojo de soberanía individual.
Increíblemente, no sólo cada uno puede expresarse directamente; sino que puede hacerlo con conocimiento de causa.
Es que las mismas tecnologías de comunicaciones inteligentes con que nos controlan, nos sirven para ser libres, soberanos y autónomos, tanto como para mantenernos bien informados y poder optar por la Verdad, que derrota cualquier mentira y desmiente a cualquier demagogo, por sabio o superior que se crea.
Sólo merece respeto y acatamiento la Democracia Directa basada en la Verdad completa, que las mayorías podemos reconstruir con testimonios veraces y conocimientos sólidos, sin depender de expertos que nos desprecian, nos confunden, nos engañan, nos usan y nos mienten.
Se trata de corruptos que difunden y defienden mentiras tan enormes como la negación de las causas antrópicas (o de origen humano) en el cambio climático, porque es un fenómeno que obedecería a causas naturales, y se repite de millones de años en millones de años sin que podamos evitarlo.
Para los trogloditas que destruyen la Naturaleza disfrazando de asunto económico sus agresiones a la biosfera, y que practican el eugenismo porque creen en su personal superioridad racial, la realidad sería como ellos la definan y determinen.
Pero la Verdad tiene un valor objetivo real, que le permite vencer todas las mentiras.
Por tanto, el afán de Trump por desatar la guerra nuclear obedece al desespero por imponer sus mentiras antes de que la difusión de la Verdad -y su temida elección global por parte de las mayorías humanas decentes- como arma para vencer a los sicópatas plutócratas, sea adoptada por un número superior a la masa crítica necesaria para imponernos a los enemigos comunes, desbaratar sus planes apocalípticos, vencerlos y cobrarles sus crímenes.
La Verdad nos está haciendo libres porque su difusión es imparable, pese a las mentiras deliberadas o noticias falsas (fake news) que promueven los plutócratas para engañar incautos, pues ya los medios de comunicación no son un monopolio de los oligarcas, y gente bien preparada las nutre con datos ciertos y argumentos claros.
Afortunadamente, pocos seres sensatos y decentes prefieren la mentira a la Verdad, de modo que las clientelas de los mentirosos están condenadas a reducirse y desaparecer a medida que la Verdad se conozca por más personas dignas, hasta ahora engañadas y sin capacidad para comprobarlo.
Ante cualquier mentira, la Verdad merece respeto y difusión.
Es la vía adecuada para definir, entre todos los que deseen intervenir, sólidas normas de convivencia, razonables, justas, pocas y claras, de modo que todos las entiendan, acaten, respeten y defiendan como propias.
Pero las de las falsas democracias, las representativas, en todas ellas, son normas e instituciones oprobiosas para las mayorías. Son autocráticas, humillantes, impuestas por los enemigos comunes para perpetuar su poder resolviendo legalmente sus diferencias y apabullando a los enemigos de clase que representa el variopinto pueblo.
¡Esa es una Verdad que tenemos que reconocer, si los queremos vencer!
6. Auténticos enemigos comunes
Los potentados y politiqueros, energúmenos con complejos de superioridad, hábiles para el engaño y la represión, nos dividen y enfrentan como si fuésemos enemigos en vez de víctimas comunes de ellos. A todos nos conviene entenderlo.
Reaccionemos con dignidad, inteligencia y fraternidad; en vez de actuar como autómatas incapaces de pensar, reconocerse, reflexionar, identificar y defender los intereses comunes.
Desde luego, es intolerable la alternativa violenta que promueve la derecha ante las crisis de Venezuela, fomentando la guerra civil y la invasión de marines por orden del brutal e ilegítimo gobierno de Trump, cuyas perversas intenciones a nadie engañan, pese a sus burdas, inconsistentes e incoherentes formas de negociar, contradiciéndose y desdiciéndose constantemente, para engañar al enemigo, según piensa, si es que piensa.
Pero los vende patrias venezolanos del archipiélago opositor, carente de cabeza porque todos quieren serlo, insisten en la brutalidad represiva para recuperar el gobierno.
Como sabemos, dada la podredumbre de sus gobernantes, el poder político se los arrebató el chavismo usando lealmente las mismas armas de la falsa democracia representativa.
Sin embargo, como desde entonces los que escrutan no son ellos, les queda muy difícil volver a gobernar obteniendo mayorías de votos.
7. Pueblo unido contra politiqueros y plutócratas
Sin embargo, pueblo y chavismo no son lo mismo, aunque sus cuadros tengan origen popular en vez de aristocrático u oligárquico, como el de los desplazados del gobierno desde que cayó Carlos Andrés Pérez.
Tampoco carece de pueblo la masa manipulada por la derecha tradicionalmente dominante, de modo que a los ciudadanos les conviene entenderlo para identificar y diferenciar sus verdaderos intereses de los de quienes los fanatizan con una u otra ideología, convirtiendo al hermano en enemigo del hermano.
Sin duda, es bastante más cierto que pueblo y oligarquía son enemigos de clase declarados, de modo que los ciudadanos engañados deben entender que todos son pueblo amenazado por oligarquías de viejo o nuevo cuño, igual de farsantes, corruptas y amantes del poder.
Existen intereses comunes que deben identificar y defender las mayorías que resuelvan asumir el poder del pueblo, sin perfidia, expresándose abierta y ampliamente para que se alcance suficiente ilustración sobre cada asunto público.
Así se entienden y decantan las políticas comunes, que los parlamentos suelen imponerles a los ciudadanos inermes y ninguneados.
Es el mismo camino para todos los pueblos, y conviene que su recorrido sea simultáneo para que la victoria nos sonría a todos.
Por tanto, a quien le toca establecer esas normas de convivencia que establezcan la equidad social y eliminen los privilegios para politiqueros que se arrogan el derecho a gobernar a los demás, es al pueblo libre de intermediarios, soberano; independiente de partidos e ideologías, empeñado en imponer la defensa de los Derechos Humanos para todos, y defender la soberanía nacional, pisoteada por las multinacionales apátridas y los vendepatrias que las acogen.
Ese es el desafío para los venezolanos, los colombianos y los USAnos, los españoles, los catalanes, los turcos, los sirios y los griegos, los mexicanos, los brasileros, los peruanos y los chilenos; y para el resto de ciudadanos de la Aldea Global, como tú.
No queda otra vía, aunque la democracia representativa, putrefacta, desacreditada, desenmascarada y decadente, pretenda seguir engañando y suplantando a los ciudadanos decentes, negándonos el poder que nos pertenece a todos.
En cualquier caso, todo depende de lo que elijamos las mayorías, y no de las armas modernizadas con que Trump pretende callarnos y arrodillarnos, así le toque pisotear la civilizada primera enmienda con los trogloditas armados de la segunda, confirmando que la democracia ejemplar es una farsa mortal que tenemos la imperiosa y vital obligación de superar ya mismo.
Y tu cuentas tanto como él y yo, pues el combate civilizado es tarea, derecho y obligación común contra los retrógrados enemigos comunes, independientemente de ideologías.
Por tanto, las que practiques no deben interferir en esa causa común, guiada por intereses materiales concretos, que convengan a las mayorías y al Planeta.
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