VERDAD REDENTORA vs. MENTIRA MORTAL
(20090314)
Normalmente, en las elecciones humanas de todo tipo prima el interés sobre los argumentos.
Eso está bien. Es parte del instinto de supervivencia (o de conservación), que exige aprovechar todo para el beneficio propio, y suele extenderse hasta los seres queridos.
Pero también está mal en la medida en que deteriora los progresos de la civilización que privilegian el instinto “oblativo”, el del sacrificio por los demás (ahora, según Edward Wilson entendido como parte de la “biofilia” [1], y para otros, más positivistas o empiristas, como una cuestión genética), que con tanta intensidad representa Jesús de Nazaret para lo que llamamos la cultura “occidental”, o cristiana. Otras disponen de otros maestros y de muchos impostores, como en todas partes.
Ese instinto es el que, en últimas, garantiza de verdad la conservación del individuo en las mejores condiciones posibles, pues será parte del empeño colectivo por la
permanenica y el progreso de la especie y de la vida con su entorno.
Esta conservación integral exige identificar el interés común, lo cual sólo se logra buscando afanosamente la verdad, con investigaciones, argumentos y especulaciones ajustadas a la lógica compleja y al sentido común, aunque haya teóricos que denuesten éste, negándole actitudes tan básicas como mirar hacia el piso cuando soltamos un objeto más pesado que el aire, si queremos registrar su caída.
Parece que avalan a quienes buscan el rastro del suceso en las nubes. Deben ser de los que habló Jonathan Swift en sus libelos publicados como “Los Viajes de Gulliver”. Estúpidos redomados que siguen influenciando a los gobernantes.
Para no ir lejos, en Colombia contamos con José Odulio, quien implantó la “neolengua”, según oportuna observación de Antonio Madariaga.
Ésta ha imperado desde que Uribe asumió como presidente, generalmente expresada por el asesor inimputable, y se caracteriza por deformar los significados originales de las palabras y los conceptos, tal como ocurre en la novela de Orwell, “1984”.
A esa original semántica corresponde la afirmación de que en Colombia no hay conflicto ni, mucho menos, guerra civil, a pesar de que Tirofijo vivió y murió inmerso en ella, desde que mataron a Gaitán.
Otra de sus asombrosas aseveraciones es la de que no hay diferencia entre guerrilleros que causan víctimas civiles, y paramilitares abiertamente asesinos, comprometidos en la defensa y perpetuación de una sociedad inicua, y aficionados a la espectacular motosierra, no empleada por los subversivos en Colombia, hasta donde se sabe de sus andanzas, desde la creación de las FARC y las demás guerrillas.
Y eso que éstas han protagonizado masacres terribles y crímenes injustificables, como el asesinato reciente de los indígenas awa en Nariño.
Pero, al menos para quienes habían sido ajenos a las masacres, las tomas de pueblos, los fusilamientos de civiles inermes acusados de simpatizantes del enemigo, los desplazamientos forzados, el involucramiento de menores, la violación de sus mujeres, cometidos por todos los “actores armados”, hasta los encargados constitucionalmente de proteger a todos los ciudadanos...
Para quienes habían sido ajenos a la guerra civil prolongada (inexistente en la mentes del uribismo) hasta que los tocó bajo una de sus modalidades más persistentes, el secuestro, y, desde entonces, han vivido la guerra como un tormento sin fin, constante, inmerecido, que cuestiona la capacidad del Estado para garantizar los derechos fundamentales; lo más infame de las guerrillas ha sido la introducción de ese delito en sus tácticas de lucha.
Las modalidades acostumbradas para amargarles sus vidas a los humildes, los tienen sin cuidado; no les interesa si se pueden considerar más graves, porque no los afectan.
Ese delito que terminó extendiendo a todas las capas de la población la condición de víctimas del conflicto, se debe a los del M-19, inspirados por el secuestro y asesinato de Aldo Moro en Italia.
En su afán de espectacularidad, les pareció genial aplicar la misma fórmula en Colombia como castigo a José Raquel Mercado, un dirigente sindical liberal acusado de traidor al proletariado, cuando aún había sindicatos en el país con influencia política, porque la matanza de sindicalistas no se había convertido en una práctica normal.
El secuestro fue degenerando en una vulgar y repugnante forma de financiación que ha desacreditado la lucha armada y a la que es indispensable que la guerrilla renuncie si aspira a ser un interlocutor político válido en la nueva Colombia
-democrática de verdad y no como mera ilusión neolinguista-, que tenemos que construir entre todas las víctimas del régimen mafioso y neoliberal; entre toda la sociedad civil ajena a los criminales.
Por su lado, la oprobiosa homologación de guerrilleros con los escuadrones de la muerte del régimen, bajo el término común de “actores armados ilegales”, fue otro notable aporte de la neolengua inspirada por el asesor intocable, dueño de todos los secretos de Estado y los hilos del poder, pero que no acierta ni una, a pesar de su arrogancia y su suficiencia mental, que es muestra de superioridad genética, según piensan sus partidarios.
Sin duda, va a hacer falta este JOG; es genial. No dejarán de considerarlo un portento intelectual y moral, al menos hasta que Uribe lo traicione y descalifique, impidiéndole acceder al santoral que cree merecer.
Sería un nuevo reto a sus socios refundadores, que extraditó por crímenes tan convencionales y susceptibles de desaparecer de los códigos penales cuando el consumo de drogas sea reconocido como una opción legítima para cualquier adulto, como lo es el narcotráfico.
El propósito es acallar los crímenes de lesa humanidad que comparte con los paramilitares, los políticos “paras”, sus cómplices, incluidas las multinacionales depredadoras, y otros delincuentes protegidos por el Estado mafioso.
Entre éstos figuran demasiados miembros de las fuerzas armadas constitucionalmente. Y sobresale el general Rito Alejo del Río, el pacificador de Urabá cuando Uribe fue gobernador de Antioquia y le brindó todo su apoyo para adelantar lo que, en últimas, no ha sido más que el despojo de las tierras de tantos colonos que, con su esfuerzo, ampliaron la frontera agrícola abriendo tierras vírgenes a la ambición desmedida de los terratenientes que -como cuando Mariano Ospina Pérez y la famosa “Violencia”- resolvieron matarlos para adueñarse de sus tierras, habidas con tanto sacrificio.
Esos crímenes de Estado, que Samper prohijó al hacerse el desentendido sobre el poder de la mano negra, Álvaro Uribe los planeó e impulsó, junto a su malogrado secretario de gobierno, Pedro Juan Moreno, helicopterizado en plena campaña del 2006, por ponerse a retar a su cómplice en la creación de las Convivir. Por “igualado” diría un rolo.
Los capos, después de pagar sus penas por narcotráfico en USA, tendrán que enfrentar la persecución de la justicia universal por sus imprescriptibles crímenes de lesa humanidad.
Esta realidad permite abrigar esperanzas de que resolverán contar toda la verdad y denunciar a todos los involucrados
-incluyendo los seis o siete cacaos que le ordenaban a Carlos Castaño matar a quienes le señalaran-, para tranquilidad de la sociedad y esperanzas de una verdadera reconciliación.
No necesitamos venganza sino la verdad, con el fin de hacer justicia en vez del remedo de tal, tan común en nuestra patria con los delincuentes de cuello blanco, cuyas impunidades se consagran por sentencia absolutoria proferida por los jueces que deberían castigarlos, cuando no es por decreto presidencial o por cualquier asunto de trámite.
Para eso les ha servido el sistema de justicia acusatoria, adobado con la dictadura civil de hecho, aunque agazapada bajo una supuesta constitucionalidad.
Ésta ha sido burlada con las ofensas constantes al pacto social de 1991, entre las que sobresale su reforma ilegal para permitir la reelección, a punta de cohechos y con el apoyo de congresistas incursos en delitos que los inhabilitan para ejercer una representación viciada de ilegitimidad y cuyos electores también votaron para elegir a Uribe, obligados por sus jefes políticos armados. ¿Acaso tales votos sí son legítimos y válidos para el presidente?
La extradición es un recurso desesperado para callarlos, pero, de verdad, solamente aplaza las incriminaciones que le harán e impide que los eliminen tan “fácilmente” como ocurriría de seguir en cárceles criollas.
Y no es por ingenuidad que no los mataron acá. Es que su poder aún es enorme. Basta recordar la capacidad de movilización de uno de esos capos cuando la traición del gobierno se les fue haciendo evidente a medida que les quitaban los privilegios pactados con el “serio” comisionado.
Don Berna, poco amigo de hablar, puso en jaque varias veces a las autoridades de Medellín, amenazando incluso con paros generales de transporte, prevalido de su poder en las comunas.
Si el privilegiado senador Álvaro Araújo se sintió tentado a acusar a Uribe cuando entendió que su pactada invulnerabilidad flaqueaba, no debe ser nada bueno para el Gobierno lo que se puede esperar de quienes comandaban los ejércitos de asesinos al servicio de las víctimas potenciales de la guerrilla, incluyendo politiqueros corruptos, cuando, hallándose fuertes, como lo ha manifestado “Jorge 40”, resolvieron pactar con el Gobierno de Álvaro Uribe su glorificación personal como héroes de la patria (Mancuso, vecino del Ubérrimo y viejo amigo del ganadero domador de caballos, Álvaro Uribe Vélez, y el intelectual Báez, los primeros).
Estaban dispuestos a saldar su deuda con la justicia pagando penas irrisorias en cárceles palaciegas, para recuperar todos sus derechos civiles, incluyendo los de elegir y ser elegidos, que les garantizaban un fulminante ascenso definitivo al poder a las “clases emergentes”, como les dicen a los capos de esas generaciones y toda su corte.
Para todo ello contaban con el servicial Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, y con todas las garantías y comodidades que se les ocurriesen, adicionales a la ley de impunidad que la Corte tuvo que reforzar para que la burla a la justicia no fuese total. Pero todo se les ha ido a pique. ¿Qué irán a hacer?
Los bandidos se matan entre ellos mismos, a la larga. Son brutos sanguinarios incapaces de pensar como humanos previsivos. Sin duda, los 14 o 15 capos no se resignarán a pasar como las grandes lacras del siglo, mientras sus aliados de cuello blanco siguen disputándose los despojos de la patria, buscando socios extranjeros, preferiblemente, que les permitan lucrarse con las migajas del banquete, y protegerlos si el pueblo se rebota.
No les importa que sean tan malos socios, que no generen empleo, paguen los menores impuestos, disfruten de toda clase de gabelas y privilegios y haya que indemnizarlos cuando resuelvan llevarse su inversión (o no traerla, siquiera), en vez de penalizarlos, como sucedió hace poco con un proyecto de refinería en Cartagena que se adelantaría en asociación con la firma suiza Glencore.
En vez de cobrarles las multas contractuales, les compran su inversión inicial. Lo importante es que no pierdan, aunque el Estado se arruine.
Es lo que los TLC con USA y Europa pretenden profundizar y eternizar, cediéndoles nuestra soberanía y la explotación irresponsable de nuestras riquezas, que no pasa de ser un saqueo depredador y desmedido, pues suele acabar con los recursos naturales y destruir el medio ambiente, sin ninguna compensación ni beneficio para los “nativos”.
Los chocoanos lo acaban de denunciar, pero a nadie le importa que estén destruyendo una reserva de la humanidad. Eso no es noticia. Es lo normal en toda la patria, desde antes de matar a Gaitán, muchísimo antes.
En lo político, todos los pactos refundacionales tendrán que salir a la luz pública.
Servirán de cabeza de proceso para que la Corte Penal Internacional proceda contra los bandidos cínicos que creen que sus crímenes no son tales porque la iglesia los apoya y San José María Escrivá de Balaguer los justifica y alienta desde el cielo, siempre que sean seguidos por el arrepentimiento y el propósito de la enmienda, claro está.
Pero estas condiciones teologales brillan por su ausencia en los criminales que nos gobiernan. ¿Terminarán en el infierno los piadosos asesinos, a pesar de tantos rosarios y retiros espirituales a costa del abandono de los hijos; tan notable defensor falangista, y tantas misas y comuniones transmitidas por TV?
Los sofismas y la ocultación deliberada de la verdad, van contra el interés general y se deben combatir en aras de la defensa de este interés, aunque se perjudiquen nuestros folclóricos Maquiavelos.
Se van a frustrar los profetas del totalitarismo de derecha al constatar que su líder, sin teflón, ya no les sirve a las clases dominantes.
Cuando no haya dudas sobre la catadura de cada personaje público y los intereses que lo mueven a trabajar al cubo, los ciudadanos que se consideren inicialmente asaltados en su buena fe y se nieguen a ser cómplices de criminales reconocidos internacionalmente, empezarán a apoyar auténticas soluciones, en vez de retirarse discretamente, ocultando su decepción, como hizo Gina Parodi.
Dichas soluciones serán ajenas al mesianismo y la megalomanía de redentores providenciales que resultan ser meros demagogos inescrupulosos, para desconsuelo de quienes confiaron en sus promesas. Sin embargo, algunos siguen creyendo que las pueden realizar, a pesar del fracaso inocultable y las bellacadas con que se ha querido matizar.
Entre tanto, pretenden exorcizar el demonio que guía sus almas y los convierte en pésimos gobernantes, intentando culpar a los adictos a las drogas de las tragedias sociales.
Es un atropello imperdonable contra ciudadanos adultos que tienen todo su derecho a consumir lo que les plazca, conquistado por la sociedad e inscrito en la Constitución de 1991 que, a pesar de haber jurado defenderla, tanto se esmera en violar Álvaro Uribe Vélez, nostálgico por la aristocrática que impuso Núñez en 1886 contra el querer popular, igualmente desesperado por arrebatarle al pueblo la también gloriosa y democrática constitución federalista de Rionegro de 1863.
Es indispensable desenmascarar la maniobra distractora y reaccionaria de los camanduleros timoratos y perversos que tratan de aparecer como moral y éticamente superiores mientras ocultan sus manos ensangrentadas con las vidas inocentes de víctimas innatas, según las han considerado siempre los gobernantes corruptos, politiqueros y clientelistas.
Éstas son costumbres políticas perversas que Álvaro Uribe Vélez prometió erradicar, junto a las FARC, pero que han alcanzado bajo sus dos gobiernos una extensión y unos niveles aterradores que, no obstante, sigue empeñado en ocultar o minimizar, como si el sol se pudiese tapar con una mano.
Por nuestro bien, tenemos que denunciar cómo se esmera -agitando banderas totalmente retrógradas cuando las políticas represivas contra los adictos están siendo derrotadas en todo el mundo- en buscar más inocentes para sacrificarlos como chivos expiatorios, a ver si la sociedad se olvida de los verdaderos delincuentes empotrados en las altas esferas del poder y en casi todo el resto del aparato estatal.
La reelección requiere esa amnesia. ¿Será que caeremos en el olvido y, de nuevo, en la ablación de nuestras gónadas?
La obsesión de Uribe por el poder es obvia, y nos saldrá cada vez más cara. Ya Armando Benedetti despejó cualquier duda sobre las intenciones del Mesías paisa para perpetuarse en él. Por eso es indispensable acabar de desenmascararlo y establecer fronteras éticas y morales que los ciudadanos decentes puedan identificar, para evitar ser víctimas de ilusiones inspiradas por criminales ansiosos de impunidad y gloria.
[1] Edward Wilson es un entomólogo y biólogo estadounidense, quien ha trabajado los temas de la evolución, la sociobiología y la función de las feromonas en la comunicación entre las hormigas. Sus teorías son holísticas y sintéticas; tiene una nueva manera de contemplar el concepto de conducta, e introduce el concepto de conducta altruista, para incluirla dentro de la categoría más amplia de la sociobiología. El altruismo tendría como función beneficiar a los genes del individuo que las emite, con lo cual se lograría cierta selección natural, donde el éxito reproductivo es aquel que es capaz de transmitir sus genes a la próxima generación. La conducta social es la que el individuo emite en relación con sus congéneres. El éxito reproductivo es una aptitud incluyente, determinado por el número de descendiente que deja el individuo, la cantidad de genes que pasa a la generación siguiente, incluso los que comparte con sus primos, sus hermanos, sus sobrinos y sus nietos. Eso determinan el parentesco genético, como el que se observa entre las abejas y las hormigas para determinar el orden biológico al que pertenecen. También Wilson introdujo el concepto de biodiversidad en la literatura científica. También ha creado el término biofilia, que es la necesidad de los seres humanos de interactuar con otras especies a favor de su propio bienestar biopsicosocial, a partir de las tesis de Erich Fromm, como la pasión del sujeto humano por todo aquello que está vivo, que no es una mera función yoica, sino que hace parte de la personalidad total, como expresión de la pulsión de vida, y que se opone a la necrofilia, signada por la pulsión de muerte. Este último concepto ha sido asumido por la antropología de base biológica, especialmente en lo relativo a las conductas sexuales. (Nota al pié tomada de “La fuerza curativa de la ecología interior” por Leonardo Boff)
Dicha necrofilia, agrego yo (DBP), es típica de las personalidades amantes del poder. Son enfermos que nos perjudican a todos. Tenemos que ponerlos en su sitio, y asumir nosotros el mando, como comunidad global comprometida con la “biofilia” en vez de con la “necrofilia” de los Bush y los Osamas, los Uribes y los Al Bashires, los sionistas, los wasp y los falangistas; de todo aquel, en fin, que considere la muerte de grupos humanos o de individuos específicos, como solución a los problemas sociales o políticos.