POLÉMICAS
Darío Botero Pérez
Contenido
1/6 Antídoto contra supercherías. 1
2/6 Carácter de la Revolución Global 2
3/6 Remedio democrático. 4
4/6 Humilde soberbia. 4
5/6 Recetas mortales. 5
6/6 Ellos o nosotros. 7
Con auténtico respeto por los autores, agradecido por sus aportes e invitando a seguir su ejemplo de honestidad intelectual y reciedumbre, he resuelto asumir una crítica contextual a las ideas fijas que frenan en las mayorías la capacidad analítica original y genuina, soberana; que es fundamental para la supervivencia de cada individuo y definitiva para salvar la civilización de las amenazas a que la tienen sometida los sicópatas llenos de poder y riquezas.
La concurrencia libre de ideas, el establecimiento de temas que canalicen las propuestas, hipótesis, argumentos, críticas e insultos de los ciudadanos, por fin es posible. Además, según lo confirma la experiencia y lo remarcan las bestialidades de los actuales líderes, sólo la Democracia Directa es capaz de descifrar la realidad presente hasta el punto de transformarla, superando sus convencionales y mortales instituciones, cuyo propósito es consagrar, asegurar y legalizar la desigualdad y el oprobio.
Para eso sirve el conocimiento auténtico, que se habían reservado los amos mientras colmaban las ansias de saber de sus víctimas con supercherías de todo tipo. Pero ahora está disponible para cualquiera que desee encontrarlo y adquirirlo.
Es el criterio para distinguir, defender y preferir el discurso correcto y honesto, que busca descifrar la Verdad, en contraste con los sofismas cuyo propósito es ocultarla y engañar, convirtiendo en sagradas las palabras que sirven para alienar, confundir, fanatizar, neutralizar y someter a las mayorías impensantes, crédulas, ingenuas, intelectualmente esclavizadas pero capaces de reflexionar y distinguir entre lo verdadero y lo falso, si tienen la oportunidad de adquirir elementos de juicio.
Mediante lo que serían golpes bajos a la fe y la credulidad de los ingenuos y los inocentes, las mayorías han sido intelectualmente incapacitadas para distinguir la realidad de las ficciones con que la deforman y suplantan los "tanques pensantes" o "think tanks" de todas las ideologías, incluyendo las que posan de ciencias.
Pero la realidad sigue ahí, admitiendo, con indiferencia, cualquier interpretación que se nos ocurra para entenderla y utilizarla en beneficio propio o del conglomerado. Basta que dejemos de sacralizar discursos, por muy científicos o divinos que digan ser; inclusive si obtienen resultados más allá de la charlatanería que los promete.
Seamos realistas pidiendo lo que deseamos, pues podemos construir cualquier sueño. El transcurrir de la especie con sus asombrosos logros, lo confirma hasta la saciedad, así lo nieguen los tecnócratas que posan de grandes sabios mientras patrocinan el desastre aplicando sus bestialidades a la vista de todos, que, embobados, tímidos y acomplejados, se callaban... hasta ahora.
Aplicando este enfoque, insisto en que la visión de "revolución proletaria" ha sido superada por el desarrollo de las fuerzas productivas, que es capaz de liberarnos de la esclavitud del trabajo en un escenario de igualdad y democracia que no discrimine ni le conceda privilegios a nadie. Pero que les brinde oportunidades y protección a todos.
No se trata de una discusión académica sino histórico-dialéctico-materialista de la mayor trascendencia antropológica.
Rescata el método de Marx demostrando que algunas de sus hipótesis, postulados y teorizaciones han sido superados objetivamente, así sigan vigentes por las canalladas de los sicópatas que controlan el mundo mediante su monopolio de la riqueza y el poder, cada vez más concentrados en unos pocos, lo cual les permite oponerse a ese desarrollo de las fuerzas productivas que nos está ofreciendo un Nuevo Mundo, insospechado pero realmente maravilloso, que podemos diseñar y construir a nuestro gusto si nos libramos de los sicópatas súper poderosos que nos lo impiden.
Estos tales despojan no sólo a los "trabajadores" sino a la mayoría de los humanos y a la misma biosfera que ha sustentado la supervivencia durante millones de años.
Pero la Historia, que les ha permitido campear como amos de todo, cuando su imperio de diez mil años termina pretende arrastrarnos a todos a su tumba; en vez de resignarse a su caducidad, indispensable para que la especie no se extinga y el maravilloso espectáculo de la Vida siga asombrándonos en todas sus manifestaciones.
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De ahí la condición de dogma del concepto heiniano (inventado por el poeta Enrique Heine) de "dictadura del proletariado", aunque en su momento aportó bastante para avanzar en la comprensión y la consecuente interpretación del periplo humano.
Por tanto, en la actualidad, tras tanta experiencia histórica unida a los sorprendentes aportes de la ciencia, reivindicar tal paso histórico como “indispensable” y “fundamental”, (según lo han creído y calificado durante más de un siglo los revolucionarios “auténticos”; esto es, los marxistas materialistas que se burlan de los sueños de los idealistas acatando las originales y reveladoras teorías del respetado maestro) es una necedad que niega la esencia del marxismo como "análisis concreto de la realidad concreta”
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Constituye una falta de rigor histórico-dialéctico-materialista que indica no haber entendido ni aprendido nada, insistir en pasar por tal estadio cuando el proletariado ha perdido su importancia presuntamente trascendente, amenazado por los robots. Y cuando casi cien años de las revoluciones hechas a su nombre no han logrado sus propósitos, en particular el supremo de la eliminación de las clases sociales.
Pero ahora, la desaparición de las odiosas diferencias de clase que tan hondamente nos han dividido como característica típica de la Historia, la podemos lograr haciendo la Revolución Democrática Mundial con la concurrencia de las mayorías, condenadas, expropiadas y envilecidas mediante todo tipo de vilipendios, por el 1% conformado por sicópatas ambiciosos e inescrupulosos, que resultan súper poderosos debido a nuestra cobardía y alineación, pero que por sí mismos no valen nada.
Ese es el problema con el fanatismo ateo disfrazado de ciencia.
Desde luego, son el cuestionamiento a las hipótesis, la admisión de la intuición, la disección de las teorías, el análisis de las ideas que las conforman, la discusión abierta sobre los intereses que defienden, y la validez que puedan tener para los demás, los criterios democráticos que nos permitirán superar la Historia y sus relaciones sociales oprobiosas, en particular las impuestas por el capitalismo y sus variantes piramidales, el socialismo y el comunismo centralizados, burocratizados, genocidas y corruptos.
Pero tal examen minucioso es un privilegio de cualquiera que esté vivo, no de ningún especialista que pretenda suplantarlo, así su preparación y sus aportes sean realmente valiosos y dignos de ser tenidos en cuenta, o resulten meras pretensiones de arrollar con el engaño a quienes son cortos de palabra o de ideas, de modo que se abstienen de expresarlas para no hacer el ridículo o quedar en evidencia ante los demás.
La idea no es sentar cátedra. Pero sí lo es trazar línea cuestionando a quienes la sientan sin apelaciones.
Procedemos incitando la crítica y hasta el desacuerdo, tanto como la mejora y decantación de las ideas, opiniones y propuestas con que pretendemos construir, tras dejar atrás la Historia y entrar de lleno a la Nueva Era de Paz y Abundancia, una interpretación del devenir y el sentido de lo humano civilizada, decente, respetuosa, avanzada, digna, sana y saludable, que nos restablezca el Paraíso Perdido o, al menos, soñado y anhelado por muchos.
Constituye la entelequia, el ideal o el sueño colectivo de los mejores seres humanos, pero del que “históricamente” nos han despojado los promotores del caos mediante argucias escatológicas, como las de las religiones abrahámicas.
Su razón de ser, ante sus dioses y sobre cualquier otro propósito, es cambiárnoslo por el Armagedón y el Fin del Mundo, como claramente lo expresan sus libros sagrados, cuyas profecías insisten en cumplir, sin importarles que las mayorías nos opongamos en la medida en que comprendemos su perversidad, disfrazada de mandato divino por los levitas y sus semejantes, obsesionados con su fe o, quizás, más interesados en mantener sus privilegios, hasta el punto de preferir la muerte, si los pierden.
Conquistar esa Sociedad Democrática Global -que podemos identificar con el Paraíso Terrenal- nos corresponde a las mayorías.
Para obtenerla es indispensable la participación de los millones que van hacia el matadero conscientemente, como autómatas obedientes, verdaderos zombis enceguecidos por dogmas juicio finalistas que desprecian la Vida.
Por eso se la amargan a sus fieles y a los demás, mientras destruyen especies aceleradamente para ver si agotan la capacidad creadora de la Naturaleza, buscando asegurarse que no podremos sobrevivir tras el Armagedón que ahora están adelantando casi abiertamente.
No se preocupan demasiado por usar sus máscaras, como lo hemos visto con la desvergonzada campaña de Donald Trump, indudablemente ofensiva para quienes conserven su dignidad, pero efectiva entre los ambiciosos resentidos que odian a las mayorías y exigen recuperar privilegios que el tiempo se llevó definitivamente ante las nuevas olas de inmigrantes, tan diferentes a las de los blancos anglosajones protestantes, los “basp” , y a sus secuaces masones, judíos y mafiosos.
Estos personajes detestables, e impunes aunque promueven y cometen todos los crímenes, conforman la cúpula de los potentados que se están apoderando acelerada y abusivamente del Mundo, aprovechando una globalización neoliberal que obedece a los prejuicios de la usano soviética, sionista atea, Ayn Rand, cuyas teorías parecen encarnar en Trump, un aparente ejemplar de sus Atlas.
Sin embargo, el candidato republicano ha esgrimido una posición soberana contra el libre comercio y algunos fundamentos del Neoliberalismo, lo cual le ha permitido afirmar con sobrada razón que “Hillary no va a transformar a Wall Street. Ella es propiedad de Wall Street”.
Esta posición crítica -que parece insólita y puede representar un cambio de modelo si Donald no es un títere de los demás plutócratas, a quienes trata como a rivales ideológicos más que como a cómplices y compadres- debería inspirar a todos los países interesados realmente en el bienestar de sus habitantes. Pero de sobra sabemos que éste no es el interés de los politiqueros.
Dicho bienestar general sólo sus víctimas podrían hacerlo efectivo, si se atreven, pues los gobernantes son simples mediocres politiqueros que siguen órdenes de los amos universales a la enceguecedora y encandilante luz de las doctrinas neoliberales.
Tales recetas antieconómicas y mortales promueven una globalización deforme y suicida, como la contemplada en los tratados de libre comercio que impiden la autosuficiencia de los países al desnacionalizar y desvertebrar su aparato productivo interno, fruto de su esfuerzo empresarial nacional y autóctono.
Además, los “inversionistas” o “ inversores” extranjeros saquean, expropian y compran, pero no invierten en la creación de empresas, como sí lo han hecho los empresarios nacionales y los pueblos a través del trabajo de generaciones.
No obstante, tales especuladores extranjeros proceden pisoteando a los ciudadanos gracias a sus coimas y sobornos, que sacan de la miseria económica a los vendepatria mientras los hunden cada vez más en la peor penuria ética y en sus personales infiernos morales.
Actúan como auténticos cánceres para una economía sana orientada al bienestar de la población y la protección de la biosfera, como la anhelan las mayorías dignas y pacíficas.
Por eso son respetados, admirados, alabados, envidiados, halagados y anhelados por los politiqueros y los potentados vendepatrias.
Por las mismas razones son odiados, despreciados, denunciados, repudiados y combatidos por el pueblo, incluyendo a los emprendedores y empresarios dignos, concientes del valor inapreciable de la patria. Entienden que la soberanía nacional es el fundamento esencial que garantiza la supervivencia libre de todo un pueblo singular y digno, poseedor de una respetable identidad propia.
Al contrario de lo que piensan y hacen los vendepatrias, la soberanía nacional no es un mero canto a la bandera útil para hacer negociados en beneficio de estos traidores.
Representa la heredad común que nos permite tener y disfrutar a nuestro gusto un hogar propio, pero que los vendepatria no aprecian sino como una fuente de enriquecimiento personal lo más abundante y rápido que sea posible. Por eso disponen del patrimonio común como si les perteneciese y no estuviese expresamente prohibido enajenarlo.
A sus amos extranjeros les conceden derechos de saqueo absolutamente inconstitucionales, pero amparados por normas supranacionales que adquieren un carácter constitucional legítima y abiertamente espurio. No obstante, lo consideran superior al de las normas de origen interno, de modo que las violan sin enfado y con desparpajo. Al fin y al cabo, los tribunales extranjeros no dejarán de protegerlos, ni sus cómplices potentados les negarán buen asilo además de cuentas cifradas en paraísos fiscales.
Con sus intervenciones abusivas, autorizadas por los politiqueros traidores que les firman incondicionalmente los TLC, las transnacionales descomponen en partes o en etapas los procesos productivos en busca de presuntos ahorros y eficiencias obtenidos por economías de escala y ventajas competitivas diversas.
El efecto real es diseminar la producción entre diferentes países, de modo que a uno en particular le sea imposible producir íntegramente alguno de esos productos, lo cual le da el control a los dueños de las multinacionales.
Estos individuos detestables, narcisistas, egocéntricos y megalómanos insaciables, arrogantes e indeseables, dignos de castigo, están decididos a apropiarse legalmente de todo.
Y lo lograrán si no nos oponemos, dotándonos soberanamente de nuestras propias leyes, democráticamente elaboradas, no por parlamentos, asambleas constitucionales u organismos supranacionales que nos suplantan en el ejercicio del poder por el pueblo.
Este ejercicio es una característica elemental de una verdadera democracia.
Difiere abiertamente de las instituciones artificiales, netamente convencionales aunque nos las presenten como indispensables, propias de las concepciones burguesas de “democracia representativa”, cuyas instituciones liberales y los tres poderes que la mitifican como democracia ejemplar, no alcanzan a ocultar su innegable carácter reducido, excluyente de las mayorías que los politiqueros dicen representar mientras las traicionan.
Su decadencia es patética en la actualidad, dados los recurrentes niveles de corrupción, hasta ahora ocultos pero siempre existentes entre los politiqueros y los potentados de todas las ideologías. En consecuencia, cada vez quedan menos (o no tantos) por engañar, debido a la abundancia de los escándalos, capaces de conmover al más indolente o de ser apreciados hasta por los más tontos
Aunque los ambiciosos enemigos comunes no dejan de intentarlo, ocultando o tergiversando la información mediante toda clase de trucos, como suprimiendo los noticieros de los canales por cable o saboteando las comunicaciones por Internet.
Por fortuna, las armas de dominación diseñadas en beneficio de los plutócratas se convierten en instrumentos de libertad en las manos de lo humanos sanos pues, en sí mismas, las cosas son neutras, sirven para el bien o para el mal, o sea, para defender los intereses del otro (que sería el malo) o para proteger los míos (que soy el bueno, sin dudas).
Así son nuestras pamplinas humanas. Pero por ellas nos hemos matado durante diez mil años, ¡que concluyen o nos concluyen como especie!
¿Quién ganará? Sin dudas, depende de ti, si maduras dejando de creer en redentores y súper manes y mujeres maravilla, por muy demagogos y convincentes o represivos que sean.
En síntesis, es asunto de dignidad, de modo que ganaremos si realmente somos dignos, pues si lo somos, no dejaremos de luchar civilizadamente, demostrando que lo somos y descalificando y venciendo a los sicópatas que no son dignos pero nos indignan porque nos pisotean, nos envilecen, nos despojan, nos esclaviza y desprecian.
Están seguros que somos inferiores indignos de vivir dignamente, lo cual explicaría y justificaría que las mayorías estemos a merced de los plutócratas, que sí se creen súper dignos, y como tales actúan, según lo constatamos con los estafadores que se concedieron enormes indemnizaciones tras las crisis financieras que estallaron desde 2007 y que han causado enromes efectos en las mayorías estafadas.
Aprovechan que nos han convertido en súper pendejos cobardes, esperanzados en redentores que nos reivindiquen o sepan ponernos en nuestro insignificante puesto de indignos congénitos cuya naturaleza es servirles a los dignos plutócratas porque su superioridad sería obvia, como lo afirma Donald Trump y lo confirma su tocayo Rumsfeld o cualquiera de esos degenerados sicópatas que nos agobian y que los profesionales serviles tanto alaban.
Admite tu insignificancia; o compórtate con dignidad, impidiendo que las lacras conformadas por los sicópatas desalmados y ambiciosos que han acumulado el poder y las riquezas, se salgan con las suyas culminando el Apocalipsis en que nos han metido y que sólo la Revolución Democrática Mundial podrá detener, si las masas se liberan de sus prejuicios ideológicos y devienen en seres humanos consciente, cuya multitud es invencible.
¡Así es la cosa de sencilla y contundente! ¡Estás vivo y puedes intervenir conscientemente junto a los indignados, o servirles a los enemigos comunes por tu ignorancia o pusilanimidad o conveniencia inmediata!
Decidirte es cosa tuya que nos afecta a todos, pues el tiempo se acaba, y claramente lo ven las mayorías. No se necesita sutileza para percibirlo y sentirlo, aunque los demagogos se esmeran a mantener a sus huestes en el engaño, y todavía les funciona su ruin estrategia con algunos incapaces de reflexionar.
Si quieres ser de éstos, es lamentable, pero es tu derecho.
También lo es rebelarte, así creas que no eres digno de hacerlo porque te sientes inferior a los amos y a los adinerados y a los politiqueros. Reflexiona; sé digno. Aún puedes contribuir a las causa de la Vida y la Humanidad porque estás vivo. No lo olvides.