Darío Botero Pérez
CONTENIDO
0/5 En vez de exhortaciones, necesitamos razones
1/5 Entremos en materias comunes
2/5 Ganancias del Acuerdo para Colombia y los pueblos
3/5 La oportunidad de Colombia
4/5 Intentemos lo mejor para la Aldea
5/5 El interesante anexo
EL PLEBISCITO: UN CARA Y SELLO ENGAÑOSO
En síntesis
0/5 En vez de exhortaciones, necesitamos razones
“Arranca un proceso de paz serio, que incluya a todos los colombianos...”
“Nuestro estándar de justicia es mayor que el de la comunidad internacional”
Francisco Santos Calderón
“Nos escucharán y los escucharemos”
Álvaro Uribe Vélez
“Esta paz tiene que contar con todos”
Salud Hernández
“Ya se lo he dicho a Santos: Convoque a los colombianos”
Andrés Pastrana Arango
“Usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”
Timochenco
“Todo el mundo tiene que poder tener voz”
María Ängela Holguín
“Cuando salgamos, escribiremos unos rengloncitos, y se los leeremos”
Álvaro Uribe Vélez
Confiemos en que los ciudadanos desconfiados de los politiqueros y altamente motivados para ejercer su soberanía; que salen a las calles a defender el SI, buscando el desarrollo de los Acuerdos ya negados por el plebiscito; entiendan los beneficios que ofrece la ocasión.
Sin dudas, son muy superiores a la camisa de fuerza impuesta por unos acuerdos bastante cuestionables, pero que disminuían el desangre fratricida, que todos están interesados en detener, a nombre de la paz que todos dicen defender.
Al menos, lo ya consolidado en el largo proceso de negociaciones entre el Gobierno y las FARC-EP ha conseguido detener el genocidio debido a este foco de enfrentamientos.
Por fortuna, pese al fracaso del plebiscito, han asegurado las partes que el cese bilateral al fuego continuará; lo cual es algo favorable para ambientar la democracia verdadera.
No basta ni es lo determinante -ni siquiera necesario en la búsqueda eficaz de verdaderas soluciones-, que las multitudes conscientes de su papel protagónico respondan con simples eslóganes agitados en las calles, confrontando la clásica y arbitraria represión oficial.
Lo importante y provechoso son los argumentos de que se han ido dotando en un proceso clásico de lucha de clases, entre campesinos y latifundistas, tan antiguo.
Dichos argumentos serán, como lo espera crítica y ávidamente el Mundo, guías objetivas para canalizar debates y esfuerzos lo más claros y eficaces, a la mayor brevedad, a fin de impedir el ecocidio generalizado y demencial, cuyo ritmo es frenético, global y mortal.
Nuestra experiencia como sociedad particular no sólo es dolorosa. También nos ha enseñado mucho.
Y se llegó el momento de sintetizarlo en argumentos, en beneficio del ciudadano global, acosado por los enemigos comunes y que requiere urgentemente una solución definitiva y digna.
Desde luego -como ya sabemos en Colombia y lo están aprendiendo otros seres humanos por sus propias experiencias, según lo expresa la creciente insurgencia de los habitantes, ninguneados hasta ahora-, sólo los pueblos que reclamen su particular soberanía podrán implementar esa solución deseada, por fin factible para todos.
Tendrán que hacerlo procediendo contra los politiqueros vendepatrias que insisten en suplantarlos, subyugarlos y traicionarlos.
De lo contrario, seguiremos esclavizados, envilecidos y despojados en beneficio de esas poderosas bestias involucionadas, capaces de cometer todos los crímenes fingiendo la mayor inocencia, pureza y hasta castidad. Así son de farsantes.
1/5 Entremos en materias comunes
Esperemos que la apropiación del texto de los acuerdos, tanto como la inclusión libre y soberana, por quienes lo deseen, de temas significativos no considerados en ellos; o la introducción de observaciones, bien sustentadas, a lo aprobado entre las FARC-EP y el Gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, sirvan como base para iniciar una discusión democrática auténtica.
Se trata de una experiencia inédita durante la vigencia de la democracia liberal, que despoja del poder al pueblo para entregárselo, al menos, a tres ingeniosas instituciones diseñadas por Montesquieu,
Éstas han devenido en clásicas, de modo que quienes presumen de demócratas las adoptan e imponen a sus pueblos.
Se resumen en tres ramas del poder; a saber, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, según la precaria convención burguesa que despoja a las mayorías de su soberanía individual, enredando a las simples masas con ceremonias leguleyezcas y ritos burocráticos aptos para amedrentar a simples.
Con ellas impiden alcanzar la igualdad legal y convencional, pese a ser, supuestamente, el gran objetivo del liberalismo que venció al absolutismo.
Sus deficiencias, mitos y falencias no dejó de advertirlas Clausewits, admitiendo, sin embargo, que pese a ser mala, la “democracia representativa” era la menos mala de las formas de gobierno conocidas en la Historia; lo cual es cierto, considerando que la mayoría son abiertamente autocráticas.
2/5 Ganancias del Acuerdo para Colombia y los pueblos
Pese a objeciones serias que los resultados del plebiscito realizado el 2 de octubre han disuelto al ganar el NO cuando se solicitó apoyo a lo acordado; lo cierto es que nos hemos ahorrado un gran desgaste, el cual resultaría de tener que combatir lo aprobado, señalando sus defectos y consecuencias.
La gran virtud, el fruto palpable, de las conversaciones y el Acuerdo, ha sido reducir los asesinatos entre hermanos, ocurridos por cuenta de los enfrentamientos entre militares y guerrilleros de las FARC, a un costo presupuestal enorme, cuya reducción ha sido un beneficio adicional del gran logro, que sigue siendo reducir la insensibilizadora carnicería cotidiana.
No obstante, pese a la demagogia ampulosa de Juan Manuel Santos Calderón, quien promete una paz inverosímil, propiamente veintejuliera; existen otros grupos organizados de delincuentes armados, con capacidad de apabullar a la población civil.
Carecen absolutamente de los escrúpulos que caracterizan el altruismo guerrillero. Pero esperan copar los espacios que dejen las guerrillas para ampliar el ámbito de sus fechorías contando, demasiadas veces, con la complicidad de las autoridades militares oficiales.
Constituyen otro reto colectivo que debemos sortear entre todos, con éxito. Es algo indispensable y muy concreto para no seguir los pasos de los tres países centroamericanos, El Salvador, Honduras y Guatemala, controlados por las mafias después de firmar sus respectivos procesos de paz.
Su experiencia es el aporte real de sus propios procesos para los demás pueblos que cuenten con poderosos grupos armados subversivos, mezclados con delincuentes comunes.
Si el pueblo no recupera y monopoliza el poder, su situación empeorará.
Establecer cómo se puede recuperar y ejercer ese poder por todos los ciudadanos del Ágora Virtual Global, es el gran reto que Internet ayuda a resolver.
3/5 La oportunidad de Colombia
Sintetizando, el gran logro político del Acuerdo rechazado, en hora buena, en Colombia, es que nos permite vislumbrar futuros deseables, opuestos a los detestables que nos prometen los sicópatas.
Se nos abre la oportunidad de promover un debate minucioso sobre los puntos acordados durante cuatro años de conversaciones oficiales, cuyos resultados, excepcionalmente, fueron sometidos al conocimiento de los ciudadanos, así haya sido apurado o a la carrera.
Ya tendremos tiempo de conocerlos completos, para asimilarlos y evaluarlos en busca y desarrollo del gran objetivo global de definir una constitución verdaderamente democrática, entre todos los ciudadanos que tengan acceso a Internet.
Así se retoma -desarrollándola, ofreciendo una base funcional sólida para la convocatoria de los ciudadanos globales dispuestos a dar todas las luchas locales, regionales y mundiales que se requieran-, la actitud anárquica ejemplar de la golpeada pero todavía incidente, Primavera Árabe, que los martirizados kurdos no han dejado de esgrimir como su arma superior frente a los genocidas que siguen exterminándolos en Alepo y todo el Kurdistán.
Lo que se espera y requiere del pueblo colombiano es algo mucho más amplio, maduro y provechoso para el ejercicio popular del poder, que una masa de electores adoctrinados políticamente contra sí mismos.
Éstos lamentables personajes proceden con gran beligerancia porque son incapaces de identificar sus propios intereses debido a los discursos que los confunden y anulan como seres pensantes, aunque deberían poder tomar decisiones políticas por su cuenta.
Inclusive sufriendo las consecuencias de sus actos masoquistas, son proclives a aceptar sin reparos las decisiones, determinaciones, opiniones y resoluciones que les indiquen sus jefes, aunque son cocinadas a las espaldas de los electores, en beneficio de los elegidos y las oligarquías.
4/5 Intentemos lo mejor para la Aldea
El resultado del plebiscito, tan asombroso, no sólo da la oportunidad de revisar seriamente lo acordado sino que representa un mínimo núcleo temático para la elaboración de una Nueva Constitución Política o Contrato Social Soberano del pueblo colombiano, por todos los que deseen participar, sin exclusiones.
Es factible que, si nos lo proponemos, podamos desarrollar esa constitución que puede sorprender al Mundo, hoy perplejo e incapaz de entender lo que pasó con el plebiscito, que tantas simpatías despertó.
Pero su rechazo por el pueblo en las condiciones específicas del proceso, cuando existe un acuerdo bilateral para el cese al fuego definitivo entre el Gobierno y las guerrillas de las FARC-EP, es bastante racional y provechoso.
Sin embargo, no basta decirlo o soñarlo. Tenemos la obligación con el Mundo y con la Vida de desarrollarlo hasta sus máximos potenciales.
Detener el desangre mediante el “Acuerdo bilateral y definitivo del cese al fuego y las hostilidades,”, era lo que había que rescatar de lo acordado.
Mucho, en realidad, es nocivo e inaceptable porque le entrega legalmente la patria a las transnacionales, contando con la ciega complicidad de los campesinos, enredados con novedosas formas de explotación del hombre por el hombre, que no logran detectar mientras sufren el despojo definitivo por la degradación irreparable de sus fundos o precarias estancias en la frontera agrícola, que ampliarán así el gobierno diga protegerla.
Aunque ladinamente, lo acordado necesariamente amplía la frontera agrícola sin tocar la propiedad latifundista y acelerando el deterioro de la biosfera, como sucede con nuestra preciosa Serranía de La Macarena.
También insiste el “Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, negado por el pueblo consultado en plebiscito, en meterse en la vida íntima para justificar una absurda represión dirigida a mantener la rentabilidad de un negocio arbitrario, montado alrededor de los deseos de evasión de las personas maduras y autónomas, que son bastantes y aseguran un mercado cautivo.
Esta rentable gabela comercia ha surgido de la degeneración de los gobiernos moralistas, que han convertido los alucinógenos en un sucio negocio, desvirtuando su carácter escatológico y metafísico reconocido por los pueblos desde la antigüedad, calificando de transgresores a los aficionados a comunicarse con potencias de otros mundos a través de los alucinógenos naturales.
El artículo adjunto, EL PLEBISCITO: UN CARA Y SELLO ENGAÑOSO, de JAIME ARAUJO RENTERÍA aclara conceptos que es necesario tener en cuenta para la definición del Pacto Social Democrático, para romper la dictadura ominosa del 1% de desalmados, quienes se rotan el poder y acumulan las riquezas que no entregan a las transnacionales depredadoras.
Pero la legalidad espuria que los inversores se esmeran en imponer a los países y los pueblos mediante el reconocimiento exclusivo de tribunales supranacionales que los favorecen, es la única que reconocen los vendepatrias para sus letales negociados.
Deciden sobre lo que no es de nadie porque pertenece a la Vida, no sólo a la peste humana conformada por los sicópatas que convierten nuestra especie en la peor que se pueda concebir, avergonzando a las mayorías decentes subyugadas por los sicópatas.
El pacto que aprobemos los colombianos, contando con la asistencia de los ciudadanos globales que quieran aportar, tiene que ser la mejor obra política y social colectiva, elaborada por todos los que deseen intervenir porque se sienten dignos y soberanos.
No puede surgir de una Asamblea Constituyente -como insisten tantos analistas, incluyendo al autor del artículo adjunto, JAIME ARAUJO RENTERÍA.
Dada la resistencia a lo nuevo, que es fuente nutricia de las nuevas generaciones, los demócratas de vieja data son incapaces de aceptar, como inevitable fruto del desarrollo humano que arrasa con cualquier subjetividad, el poder de participación democrática que nos suministra la tecnología, prácticamente a todos.
Pero es ella -tan atacada por los “tanques de pensamiento” (“think tanks”) sirvientes de los plutócratas sicópatas dueños del Mundo, que no previeron ese poder popular superlativo- la que permite que las nuevas constituciones políticas de que se doten los pueblos sean fruto del consenso social, y no del tradicional sacrificio de patricios honorables, poseedores de un “estándar de justicia... mayor que el de la comunidad internacional”, como el que -cual doña Berta Hernández de Ospina y sus hijos, en su momento vinculados con el narcotráfico promovido por la derecha- ha esgrimido el impecable Pacho, quien no admite que él y sus émulos también son susceptibles de corromperse...
Las Nuevas Constituciones Fundamentales de los pueblos decididos a derrotar las sociedades piramidales para remplazarlas por otras horizontales, donde nadie valga más que nadie ( o todos, lo mismo); tanto como la legislación que las desarrolle, deben surgir del acuerdo mayoritario de los ciudadanos, adoptado mediante consensos más que por votaciones formales.
La decisión democrática, obligante para todos los ciudadanos, ha de tomarse tras un debate tan amplio y profundo como se considere necesario para alcanzar esa convicción íntima de que estamos definiendo seriamente nuestra existencia común, garantizando la igualdad y la dignidad de todos, sin las discriminaciones odiosas propias de las sociedades piramidales, divididas en clases sociales, y que caracteriza el aterrador período conocido como la Historia.
De esta manera lograremos ese cambio radical de período antropológico, requerido por la Humanidad ante la evidente podredumbre e inevitable decadencia de las sociedades piramidales dominantes durante la vigencia de la fructífera calamidad antropológica, que se niegan a ser inhumadas aunque ya son cadáveres pestilentes, que amenazan la salud de todos.
5/5 El interesante anexo
El Domingo, 25 de septiembre, 2016 4:50:09, El Satélite <periodicoelsatelitehoy@gmail.com> escribió:
EL PLEBISCITO: UN CARA Y SELLO ENGAÑOSO
JAIME ARAUJO RENTERÍA
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Edición/Grupo Editorial El Satélite
Director/Octavio Quintero
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En el Estado de derecho existe una separación entre sociedad y Estado, de modo que hay una esfera de la actividad social donde el Estado no puede penetrar, y si lo hace arbitrariamente, existen mecanismos jurídicos para expulsarlo y restablecer la libertad de los miembros de la sociedad civil.
Por ejemplo, la esfera de las relaciones afectivas hace parte de la libertad de los miembros de la sociedad civil, y en ejercicio de esa libertad, uno decide si se casa o convive con una pareja de raza, color o religión distinta; económica, social y políticamente igual o diferente, etcétera.
Podemos definir el concepto de sociedad civil como la diversidad de personas que con categoría de individuos o ciudadanos, particularmente o de manera colectiva, actúan para adoptar decisiones que les interesan como individuos o sociedad en el ámbito público. Este concepto presupone que se trata de personas que se hallan fuera de las estructuras gubernamentales. Si la sociedad civil está por definición por fuera del gobierno, no puede ser responsable de los crímenes y de la violación masiva de derechos por parte del Estado, y mucho menos puede aceptar que se le haga responsable de ellos, ni por acción ni por omisión. Los responsables son quienes los cometieron como autores, así como sus cómplices y los determinadores.
Mienten, entonces, quienes sostienen que todos hemos sido responsables de esos crímenes y esas violaciones de derechos humanos; y no sólo mienten, sino que persiguen una finalidad perversa: la impunidad de los verdaderos responsables, montando dentro de los acuerdos de La Habana una especie de intercambio de impunidades (tú me absuelves-yo te absuelvo), a costa de los derechos de las víctimas a la justicia, a la verdad, a la reparación y a la garantía de no repetición, que forman una unidad inescindible sobre lo cual, vuelven a mentir cuando afirman, como lo hace el propio presidente Santos, que las víctimas sólo quieren saber dónde están los restos de sus familiares asesinados.
¡Claro que quieren saber eso! Pero también quieren saber quiénes fueron los autores, sus cómplices y determinadores de esos asesinatos; las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que ocurrieron; quieren que el Estado cumpla con su obligación de investigar, procesar y sancionar a los responsables; las victimas quieren reparación moral y material; que se guarde la memoria de estos hechos; que se le den garantías de que no se repetirán en el futuro, depurando las instituciones de las personas que los cometieron, tanto en las fuerzas armadas como en la burocracia estatal, etcétera. Las víctimas de la sociedad civil quieren todos estos derechos, que son inescindibles, y así lo reclaman.
Cosa distinta es que el Estado y sus gobernantes que los han violado, no quieran dárselos. Y en vez de aceptar que no quieren reconocerles estos derechos a las víctimas, se encubren con la mentira de que las víctimas no los piden, o lo que es peor, estigmatizándolos como imbéciles, estúpidos o idiotas que dicen que no los quieren cuando, en realidad, lo que están diciendo es que los quieren completos, no medios derechos o fracciones de los mismos.
A otro perro con ese hueso
Como miembros de la sociedad civil, sólo somos responsables, jurídica y éticamente, de lo que hayamos hecho individualmente; no de los crímenes ni de las violaciones de derechos que hayan cometido otros. Rechazamos esa responsabilidad y no la aceptamos bajo ningún supuesto ni condición. Si la sociedad civil, como tal, no ha asesinado, secuestrado, torturado, robado ni violado, no puede ser responsable de sus crímenes.
Como rechazamos y repudiamos que los victimarios del Estado y de las Farc, que fueron los que pactaron en La Habana, sin participación real de la social civil, a costa de los derechos de las víctimas a la verdad, a la justicia, a la reparación y a la garantía de no repetición, quieran ahora hacernos responsables del fracaso de lo que pactaron en caso de que no votemos SÍ. Si hicieron la guerra contra nuestra voluntad; si pactaron en La Habana lo que quisieron y como les dio la gana, no pueden culpar a la sociedad civil si esos acuerdos no son aprobados en el plebiscito que ellos aprobaron, contra la voluntad de buena parte de la sociedad civil que quería una constituyente democrática. Como repudiamos y rechazamos que se vaya a culpar a la sociedad civil del incumplimiento que de los mismos acuerdos puedan presentarse del lado del Gobierno o de las Farc en desarrollo del llamado posconflicto.
La sociedad civil no es responsables de la guerra, de los crímenes y violaciones de los derechos humanos cometidas dentro de ella; de la falta de justicia social en los acuerdos de La Habana, del plebiscito o de su rechazo; o del incumplimiento que pueden hacer ambas partes de esos acuerdos: categóricamente rechazamos y repudiamos esa responsabilidad y esa culpa. Como lo hacemos igualmente, si gana Uribe o si gana Santos, que para nosotros son lo mismo: igualmente violadores de los derechos del pueblo, defensores del mismo modelo económico injusto, e igualmente comprometidos en una guerra sin cuartel, contra la salud, la educación, el trabajo; pues ambos tienen un pueblo hambriento, para traficar con su necesidad.
No más revictimización
Sorprende el uso instrumental y ‘cosificador’ que vienen haciendo, tanto los promotores del sí como del no, respecto de lo más íntimo e individual que pueden tener las víctimas: su sensibilidad ante el perdón. Todas las víctimas tienen el derecho a perdonar o a NO perdonar; a perdonar pronto, tarde o nunca; a sentir y decir que perdonan y que no olvidan, o a sentir y decir que NI perdonan NI olvidan… No podemos obligarlas a perdonar. Respetemos a las víctimas ¡No más chantaje moral diciéndoles que si no perdonan, y no votan por el sí, son enemigas de la paz! ¡No más revictimización de las víctimas!
El perdón o el no perdón, jurídica, psicológica y moralmente, es por esencia un acto individual; y nadie tiene el derecho, en un Estado de derecho, a forzarlo, ni siquiera con el argumento de que eso le hace bien a las víctimas, ya que el Estado jamás tiene la misión de imponer un modelo de vida, un prototipo de persona… Por el contrario, con fundamento en el artículo 16 de nuestra constitución, que consagra el derecho para todas las personas al libre desarrollo de su personalidad, es tan legítimo no perdonar como perdonar.
Cosa completamente distinta es la obligación que tienen todos los estados, incluido el colombiano de investigar, procesar y sancionar a los violadores de derechos de las víctimas y que se traduce en cuatro obligaciones fundamentales: (1) Medidas para prevenir las violaciones de los derechos humanos; (2) Investigaciones serias de los autores y cómplices de violaciones; (3) Sanciones adecuadas a los responsables de las violaciones y, (4) Garantizar la reparación de las víctimas.
En síntesis
Los miembros de la sociedad civil, víctimas de la violación masiva de nuestros derechos, por parte del Estado y de las Farc, y de algunos de los que defienden el no y defienden el sí en el plebiscito, les decimos que no somos responsables ni jurídica ni moralmente de sus crímenes; que no vamos a dejar que nos trasladen esa responsabilidad, ¡que respeten nuestro dolor! Que no nos hagan terror psicológico por los medios masivos de comunicación, violentando nuestra conciencia, para obtener un perdón forzado; que no aceptamos mas su chantaje moral frente a actos de dolor que son individualmente nuestros, que eso es completamente distinto a la obligación, esa sí del Estado, de investigar, procesar y castigar a los violadores de nuestros derechos. Que ya hemos tenido experiencias, pasadas y recientes con otros violadores de nuestros derechos, como fue el caso del paramilitarismo, donde nos plantearon dilemas similares (entre sí y el no), de otra cesación parcial de un conflicto armado, que querían también presentarnos con una fementida paz; donde también querían obligarnos a perdonar; donde los que nos hicieron la guerra querían convencernos de que nos regalaban la paz; donde los victimarios querían presentarse como víctimas; donde el Estado quiso justificar lo injustificable: la guerra contra la sociedad civil; donde querían presentarnos los intereses de los victimarios como el interés común de las víctimas; donde tampoco, como ahora, las víctimas tuvieron derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación, a la garantía de no repetición.
Si en el pasado reciente, los miembros de la sociedad civil fuimos capaces de resistir todas esas presiones y desbaratar todos esos argumentos, seremos capaces de volver a hacerlo ahora… Y por esa misma razón, no votaremos en este plebiscito del 02 de octubre, ni por el no de Uribe ni por el sí de Santos, sino por una constituyente con derechos.
Lo único que orgullosamente aceptamos y seremos responsables, si gana el voto por la constituyente, es de haber derrotado, por igual, a la guerra contra los derechos que nos han negado tanto Uribe como Santos y, en consecuencia, también seremos diligentemente responsables de pedir la renuncia del Presidente, la constitución de un gobierno provisional y la convocatoria inmediata de una asamblea constituyente democrática, con representación mayoritaria de la sociedad civil.
(Énfasis y colorines agregados por DBP)