ACLARACIÓN SOBRE PAISA Y FACHO
Darío Botero Pérez
Los nacidos y/o criados en Antioquia, Colombia -no en la Antioquía turca de la vieja Anatolia-, somos paisas apegados a nuestra tierra y valores culturales, sobre todo a los aportados por los conquistadores españoles que arrasaron o redujeron, subyugaron y despreciaron a los aborígenes.
Pero no tenemos que ser xenófobos, aunque reconozcamos que nuestra idiosincrasia nos aporta identidad propia, claramente discernible de la de otros grupos humanos, y de la cual nos ufanamos hasta hacernos odiosos para otros compatriotas, por arrogantes (algo parecido a lo que sucede con los argentinos respecto al resto de latinoamericanos).
Meternos en las trampas del regionalismo o chovinismo o nacionalismo obtuso y radical, como el de los fascistas y los nazis en el siglo 20, combinado con racismo y adicional a la iniquidad social tradicional, son los propósitos de quien alguien llamó asco Uribe en las redes sociales.
Es el recurso típico, pero ya anacrónico, decadente y caduco, usado por sus semejantes en ambición, llenos de anhelos para sustituir y suplantar a los demás, engañándolos con total cinismo, como hace recurrente y abiertamente el amo Trump. Y lo hará hasta que globalice la guerra.
O hasta que lo saquen de su puesto los usanos decentes, para lo cual cuentan con el apoyo de los ciudadanos globales, que deben entender la necesidad de adelantar la Revolución Mundial Auténtica, antes de que sea imposible.
Sin embargo, todos somos humanos, ciudadanos de la Aldea Global pero pertenecientes a una patria chica que nos da identidad y nos brinda pertenencia comunitaria específica, diferenciada de las de otros pueblos tan dignos de ser y existir en su singularidad como cualquiera en el Mundo, aunque no sigan los parámetros europeos que han usado los conquistadores occidentales y cristianos para descalificar a los diferentes, a fin de despojarlos y reducirles su condición humana sin mayores remordimientos morales.
Pero tal actitud no concuerda con las enseñanzas de Jesús, que el Papa Francisco parece interesado en recuperar, arrebatándoselas a los ricos y los hipócritas que tanto maldijo el Maestro y tanto las han tergiversado y mercantilizado. Están convencidos al menos los que conservan la fe y el temor por el más allá- de que pueden comprar la salvación con limosnas suculentas cuando estén agonizando.
En síntesis, no permitamos que, a punta de retórica que incita al odio, los enemigos comunes nos confundan, buscando enfrentarnos mutuamente, posando de libertadores porque son líderes paisas, como el nefasto chalán Uribe Balas, ahora bastante cuestionado entre la ralea dominante.
Entienden que quiere revivir, para mantener su impunidad y recuperar el poder para su grupo, la campaña de Antioquia Federal que, rodeado de malas compañías, como siempre, promovió en su juventud para hacerse conocer como líder político de la región, añorada por los paisas para formar su Estado independiente, desde los tempranos tiempos de la expulsión de los españoles por los libertadores.
Ahora, cuando todos los intentos por sabotear el proceso de paz con las FARC-EP han fracasado, retoma la bandera regionalista para exacerbar y enardecer a sus fieles huestes, tan fanáticas, radicales, pasionales y mal informadas.
Pero aunque las mayorías paisas amamos nuestras breñas, no somos tan cerreros ni irracionales y apasionadamente fanáticos como nos tratan los furibistas. Aunque montañeros, nuestras mentes no son tan estrechas como las de los fanáticos de Trump. Ni somos tan ignorantes como los pistoleros de la America profunda. No pretendemos matar negros ni inmigrantes, como lo hace el ku-klux-klan.
Pero algo peor han replicado con campesinos y ciudadanos indefensos los paramilitares de "los doce apóstoles". Se trata de un grupo de asesinos con cura (sacerdote católico) a bordo, dirigidos por Santiago Uribe Vélez, el macabro hermano del diestro gurú de alma siniestra, el inimputable Álvaro, incondicional caballero de guerra.
Como los potentados criollos o "cacaos", es un enemigo indoblegable de la paz porque lo pone en evidencia, a merced de la justicia popular resuelta a que se imponga la Verdad, oculta y silenciada por los criminales mediante violencia, alienación y mentiras.
Por eso temen la Comisión de la Verdad, aunque no sean paisas ni los castigue penalmente.
El conocimiento público de la Verdad basta para destruirlos. Y para empoderar a los engañados.