TERRORISMO, REVOLUCIÓN O CLAUDICACIÓN
Darío Botero Pérez
El acto terrorista del lunes 22 de mayo en Manchester, causó 22 muertos y 59 heridos, pero debió ser por la estampida, aunque no lo dicen los periodistas de CNN.
La explosión fue fuera del estadio, cerca al expendio de boletería donde se realizaba el concierto, de modo que, muy probablemente, muchas víctimas se debieron al pánico más que a la onda explosiva que mató al terrorista auto inmolado.
También se lavan las manos por su incapacidad para evitar la huida desesperada, cuya responsabilidad corresponde a las fuerzas de seguridad, que no supieron evitarla.
El propósito es asignársela a ISIS, lo cual impediría indagar más, entrar en los detalles tan extraños, pues la mayoría de las víctimas parece que se hallaban dentro del estadio, de modo que el susto lo causó el sonido de la explotación y, los muertos, la reacción espontánea de terror, ya condicionada por las cantinelas propagandistas de los medios sesgados.
Así encausan la histeria hacia donde les parece más conveniente para sus propósitos estratégicos, que contemplan la guerra mundial y nuclear como la gran solución para calmar a las multitudes concientes buscando convertirlas en masas informes.
Conviene saberlo, para seguir explorando caminos democráticos, compartidos por todo el Mundo ajeno a los sicópatas pero amenazado de extinción por ellos.
En vez de correr como locos, actuemos con cordura, rechazando las políticas depredadoras, ruinosas, elitistas, despojadoras, infamantes para la especie, que nos conducen a la guerra fomentando el fanatismo religioso y abonando el odio entre civilizaciones diferentes, cuya conservación es parte de las responsabilidades de quienes combatimos a los plutócratas y abogamos por sociedades planas, respetuosas de sus mutuas diferencias y sus propias identidades culturales.
La culpa es nuestra, pues los enemigos comunes defienden sus privilegios; pero nosotros no somos capaces ni de conservar los derechos conquistados por los ancestros, mediante luchas heroicas ahora ignoradas por las nuevas generaciones, pues se les oculta todo mientras las inducen a practicar frivolidades, que pueden terminar en tragedia, aunque sean tan inocentes como un concierto de un ídolo juvenil.
Maduremos. Reaccionemos. No nos matemos mutuamente como brutos.
Asumámonos como perdedores, víctimas constantes y radicales enemigos de los triunfadores tipo Trump, quien ha considerado que esa es la causa de la reacción suicida de los impotentes, que también son los malos, desde luego, a la luz de la Neolengua demencial de los dueños del Mundo y la posverdad.
Veámonos como lo que somos las mayorías: víctimas globales e indefensas del 1% que disfruta el Mundo convirtiéndolo en un basurero.
Podemos seguir engañados, embaucados, maravillados, arrodillados, admirándolos, defendiéndolos, envidiándolos, promoviendo sus crímenes neoliberales, esperando disfrutarlos personalmente, aunque sea en sueños.
O podemos actuar con dignidad, como personas inteligentes y adultas, capaces de entender y unir sus fuerzas para enfrentar definitivamente a los enemigos comunes, cuyos planes de guerra refrendan con un armamentismo infame, pero muy real, cuyo aleve propósito es evidente para quien piense:
Busca asegurarles la paz, la seguridad y la tranquilidad a las mayorías, pues los muertos la disfrutan eternamente, según predican las ideologías religiosas y lo deduce uno al observar cadáveres.
Pero todavía estamos vivos, de forma que hay esperanzas, aunque tienden a perderse aceleradamente. Tu participación las alimenta; tu indiferencia las reduce.
Todo depende de ti, también, aunque de nadie en particular, por muy Trump o Putin que sea.