PAZ VERAZ
Darío Botero Pérez
20150526
Una paz auténtica se basa y sustenta en la seguridad integral y permanente para todos los ciudadanos, garantizada por instituciones idóneas y legítimas, concertadas por el pueblo en términos precisos.
De considerarse necesaria una fuerza pública diferenciada del ciudadano corriente, estará dedicada a garantizar los derechos humanos y constitucionales, siendo severamente castigada cualquier violación, sobre todo si proviene de los obligados legalmente a protegerlos.
Al efecto, su función legal será controlar los desmanes que puedan cometer los energúmenos (que podemos y solemos serlo todos, en condiciones determinantes que nos embrutecen), como los que cometen los fanáticos del fútbol, faltándole al respeto y a la integridad a los demás; o los abusadores de niños o de ancianos.
Desde luego, las instituciones encargadas de la protección estarán vigiladas constantemente por todos los ciudadanos, quienes les han concedido el privilegio de protegerlos, no de matarlos.
No obstante, en la democracia ejemplar -que inspira a todos los politiqueros impostores, lacayos del Nuevo Orden Mundial y socios incondicionales de los potentados, a quienes protegen de las mayorías; o sea, del pueblo despojado de su poder y traicionado por los vendepatrias-, eso hace la policía de USA con los negros y los inmigrantes, incluidos los latinoamericanos, cuyos países son despojados de sus riquezas naturales.
En consecuencia, los habitantes son desalojados, expropiados y desplazados de sus tierras ancestrales, que han sostenido generaciones al margen del mercado capitalista, que todo lo arrasa y corrompe.
Tras su desgracia, algunos latinoamericanos sin esperanzas, desmoralizados y engañados por el poder deslumbrante de sus despojadores, resuelven emigrar a la tierra de los amos, en condiciones vergonzosas. Algo parecido ocurre con los emigrantes africanos y asiáticos, igualmente desarraigados y empobrecidos.
Todos son sometidos a discriminaciones y tratos inhumanos, hasta el asesinato impune, aunque sea evidente que es un asesinato deliberado y sin justificación legal, como ha sido palpable en USA. Esa impunidad confirma la canallada y pisotea abiertamente la dignidad humana de los discriminados.
Sin embargo, las mayorías no tenemos derecho a seguir tolerando que nos subestimen, pues disponemos de los medios apropiados para evitarlo, sin matarnos, sin acudir a la partera de la historia, como llamó Marx a la violencia.
Precisamente, se trata de superar la Historia, entendida no como la crónica de la existencia humana sino como un período, era o lapso antropológico, que comprende, aproximadamente, los últimos diez mil años.
Es un período que ha sido indispensable, si se quiere, pues no se trata de juicios maniqueos, pero es indudable que en ella han dominado las sociedades piramidales y los ambiciosos sin escrúpulos, auténticos sicópatas megalómanos, que ocupan las cúpulas del poder.
Es cierto e innegable que ha sido un periodo sumamente violento, injusto, sanguinario, desigual, autocrático, bárbaro, arbitrario, aunque fructífero para la especie en términos de acercamiento entre pueblos y culturas, al costo del arrasamiento de muchos de ellos.
O sea, tanto derramamiento de sangre ha servido para conocernos e ir conformando la Aldea Global, ahora innegable y dispuesta a servirnos, si entendemos el poder real que nos otorga.
Irónicamente, se trata de una venganza dialéctica contra los potentados interesados en subyugarnos con la informática y las telecomunicaciones. Con Internet, mejor dicho, para sumirnos en el mundo feliz de las coporaciones transnacionales y apátridas.
Son monstruosidades que ahora se reconocen, y que estamos en condiciones de superar si confrontamos el consumismo.
Éste está contribuyendo al desastre total como uno de los factores que involucran al consumidor, como culpable inconsciente pero efectivo, en la conspiración abrahámica, tan disfrazada de economía y política en los países laicos, pero tan evidente en Israel y las teocracias islámicas, sobre todo con el pavoroso ISIS y sus émulos yihadistas.
Así les pese a quienes ven dogmas rigurosos, sagrados y omnicomprensivos en las teorías de Carlos Marx -tan ingeniosas y, quizás, tendenciosas, según podemos barruntar ahora, ejerciendo la saludable crítica, insistentemente recomendada por el maestro, con la perspectiva del tiempo y algo más de 200 años de experiencia con el letal capitalismo y sus variantes socialistas y comunistas, aliadas de su enemigo cuando agoniza, suicidado por la codicia extrema que predijo el genial judío ateo, y que se expresa en las absurdas e inhumanas recetas del Neoliberalismo-, las sociedades de clase no pueden seguir existiendo si la Humanidad pretende conservarse y seguir evolucionando.
Además, la violencia ha perdido su vigencia como forma de avanzar, o progresar históricamente, no sólo porque la involución que conllevaría una guerra atómica alcanza a disuadir a los ambiciosos, que serían los que más perderían, pues todo lo valioso lo acaparan; sino porque en la medida en que los pueblos se conocen, el miedo mutuo se desvanece, remplazado por la amistad, la solidaridad y el respeto mutuo. Igualmente, crecen el respeto y la protección a la Vida, y a la biosfera que le permite existir y conservarse, pero que los enemigos comunes se esmeran en destruir a la mayor brevedad.
Simultáneamente, la ruindad de los gobernantes, meros impostores corruptos y despreciables, queda en evidencia en todo el mundo, para todos los que sean sensibles y se informen. Se prestan para lo que les ordenen, incluyendo el fomento de conflictos que pueden desencadenar esa guerra mundial capaz de eliminar gran parte de la Humanidad doliente, para dejarles la Tierra a los plutócratas. Pero que también puede acabar con éstos, a pesar de sus precauciones y refugios bien acondicionados, si se desata la hecatombe atómica.
Demostrando su caducidad antropológica, los plutócratas y sus lacayos siguen confiando en la violencia como la forma idónea para adquirir poder y riqueza, lo cual no es compartido por las mayorías productivas y sensatas, guiadas por la ética, amantes de la paz y defensoras de la igualdad convencional, que garantiza la individualidad única de cada ser vivo, naturalmente diferente a los demás. O sea, la igualdad convencional es un aporte cultural que denota civilización y progreso auténticos al proteger la singularidad de cada uno.
En cuanto a los politiqueros de los que surgen los gobernantes mientras los potentados no quieran ejercer directamente el gobierno, pues el poder sí lo monopolizan, su corrupción, bajeza, mediocridad y servilismo incondicional a los enemigos comunes, cada vez son más conocidos y difíciles de ocultar, en la medida en que los ciudadanos desprevenidos se enteran de la Verdad, que tanto les ocultan sus opresores ideológicos, hoy también tan desenmascarados y desacreditados como los politiqueros.
Al disponer de acceso libre a la información, no hay razón para creerle sus mentiras a nadie, por sabio o respetable que pretenda ser.
Es algo que ha entendido Fidel Castro, un revolucionario consecuente con las interpretaciones imperantes en el s. XX para alcanzar el comunismo en un solo país.
Estas utilitarias osadías teórico-prácticas partieron de las adaptaciones de Lenin a las reflexiones juiciosas de Marx sobre el indispensable carácter mundial de la revolución proletaria (o sea que explícitamente excluía a las mayorías, las llamadas clases medias, que suelen no ser obreros industriales, así sean productores directos o se ganen el sustento de alguna otra manera, como creando música, generando ideas, curando enfermedades o inventando cosas, por ejemplo).
Históricamente, el foquismo fue una estrategia revolucionaria basada en la toma de las armas por el pueblo, para enfrentar a los estados capitalistas.
Tras la declaración de la Revolución Cubana como comunista, la lucha guerrillera se extendió por Latinoamérica.
Y el Imperio no dejó de reprimirla con ardor y sevicia, logrando, generalmente mediante dictaduras macabras y católicas, derrotarlas y extinguirlas, menos en Colombia, si no mencionamos al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, dado a conocer en 1994 el día que se firmó el despojador y ruinoso NAFTA, y que sigue sólido, construyendo poder popular; ni al bastante disminuido Sendero Luminoso, que todavía chapalea aunque su jefe, Abimael Guzmán, continúe detenido junto a Fujimori, quien ordenó su prisión.
Sendero Luminoso, inspirado en los delirios maoístas que han terminado convirtiendo a China en la tabla de salvación del Neoliberalismo, fue seriamente apaleado por el corruptísimo gobierno de Fujimori, en Perú, lo cual le otorgó gran popularidad al presidente, que aprovechó para robar a manos llenas.
Es algo evidente con Vladimiro Montesinos, su hombre de confianza, hoy tan impune y prófugo de la justicia como el Belaunde patrocinado por Ollanta Humala, que también huye igual que cualquier Luis Carlos Restrepo o Andrés Felipe Arias de Colombia, prototipos del funcionario furibista.
Quizás el fujimorismo haya sido superado en la región por la dictadura de Álvaro Uribe Vélez en Colombia, cuya corrupción caracteriza a la inmensa mayoría de los elementos de su confianza que vinculó como funcionarios, lo cual comprueba la verdadera catadura del gurú, siempre rodeado de malas compañías a pesar de ser tan autoritario, megalómano, egocéntrico, inderrotable, bueno y angelical...
Es toda una tragedia que podemos eludir actuando con dignidad e inteligencia y no como adolescentes enamoradas e incapaces de verle defectos al objeto de ese amor.
Para actuar impunemente, se escudó en su política represiva, que denominó seguridad democrática y le reportó tanta popularidad como la suya al chino, como le dicen al peruano de origen japonés, hace años preso y condenado por sus crímenes de Estado mientras Uribe sigue impune y delinquiendo, muchas veces abiertamente.
Se siente intocable, lo cual es cierto, hasta ahora, pues ni la misma Corte Penal Internacional se atreve con él y sus terribles huestes, porque cuando pierden arrebatan y matan.
Colombia no fue ajena al fenómeno guerrillero, como es sabido. Mas bien se ha destacado por la cantidad, variedad y persistencia de sus organizaciones guerrilleras, pues hasta cristianas e indígenas las hubo.
Pero ahora es claro que la lucha armada es un anacronismo, no porque haya perdido vigencia, pues las fuerzas represivas al servicio del Estado, sean oficiales o paramilitares, siguen actuando, de modo que es necesario confrontarlas con las armas para defender la poca soberanía que no han entregado los vendepatria, tanto como para proteger la propia vida.
El motivo es que el fracaso de todas las revoluciones en un sólo país le ha dado la razón al Marx científico, contra el idealismo revolucionario del Marx político, confirmando la tesis del desarrollo de las fuerzas productivas, capaz de revolucionar el modo de producción que las engendró y aprovechó, hasta que lo desbordan, volviéndolo trizas.
Tras su tormentosa evolución, es lo que pasa ahora con el capitalismo moribundo, que nos amenaza en su agonía, resistiéndose a morir pero tratando de armar la tercera carnicería mundial que le permita prolongar su existencia.
Pretende superar la crisis económica, como en las dos guerras precedentes, para establecer su dictadura mundial, adecuada a su condición apátrida, también argüida por Marx como otra razón para que la revolución proletaria fuese mundial y no nacional.
No obstante, sus sepultureros estamos listos para inhumarlo, pero sin caer en la violencia que nos convierte en enemigos de nosotros mismos mientras los verdaderos enemigos comunes permanecen ilesos.
Además, no son sólo ni fundamentalmente los obreros quienes estamos en condiciones y dispuestos a enterrar a los enemigos comunes: somos los dignos enemigos del 1% que subyuga, oprime y esquilma al 99% conformado por seres humanos de todas las clases sociales, ahora empoderados de nuestra dignidad, y ejerciéndola, para desazón de los potentados y sus lacayos.
En estas circunstancias, las persistentes guerrillas comunistas de las FARC y las cristianas del ELN han admitido que el poder no lo recupera el pueblo a través del uso de las armas, aunque saben que sin ellas pierde toda esperanza cualquier oposición al régimen oprobioso, cuya iniquidad explica la existencia de la insurgencia.
El camino actual, por primera vez en la Historia, es el ejercicio multitudinario y pacífico de la democracia plena, sin sustitutos para nadie, sin impostores que nos suplanten, sin delegados que nos representen ni electores que validen su farsa.
El camino democrático, simple y llanamente, es una Asamblea Constituyente, donde participen todos los ciudadanos que lo deseen, a través de esta Ágora Virtual Ubicua, Internet, que es más eficiente que cualquier congreso constituyente de demagogos que no se escuchan, pero que cocinan la constitución imponiendo los intereses de los grupos de poder que representan.
Una vez definido y establecido el país que queremos, la paz será un estado natural, y las armas, un mal recuerdo.
Mientras tanto, es obvio que los subversivos no pueden entregarles sus vidas a los escuadrones de la muerte al servicio del régimen, actualmente actuando como poderosas BACRIM o bandas criminales, cuyos promotores continúan impunes, sin ser imputados ni identificarlos oficialmente, aunque por sus inocultables hechos los conocemos.
Bien claro lo expresan los delegados de las FARC a los diálogos de la Habana, en documentos que constituyen análisis serios de la situación, tanto como denuncias ciertas de la catadura de quienes nos han gobernado, traicionándonos y reprimiéndonos.
Son asuntos en los que debemos intervenir, pues nos afectan, de modo que todos los interesados tenemos derecho a examinarlos, debatirlos y pronunciarnos libremente, sin miedo ni coacciones, atendiendo nuestra conciencia en busca de la Verdad verdadera.
Sin duda, como la defensa inquebrantable del Medio Ambiente, la producción nacional, los monopolios públicos, y la soberanía conjunta de la patria y la individual de las personas, las demandas recogidas por los delegados de las Farc son parte de la agenda para la concertación de un pacto social democrático, intangible, estable y ejemplar, establecido por el constituyente primario, sin delegar su poder soberano en nadie.
Para facilitar su conocimiento, análisis político y discusión amplia y abierta, realmente democrática, transcribo dos documentos oficiales que recogen demandas precisas que conviene conocer si pretendemos ejercer nuestra ciudadanía, sin fiarnos en nadie ni despreciar ninguna propuesta que no podamos rebatir.
Ese es el camino del acuerdo colectivo que nos permitirá superar nuestra vergonzosa y dolorosa historia como país cafre, envilecido por sus dirigentes vendepatria.
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La Habana, Cuba 7 de mayo de 2015
FARC proponen sistema de alerta por presencia paramilitar en los territorios
“Es el momento de exigir, como un clamor nacional, el desmonte del paramilitarismo
La vocera insurgente Érica Montero habló esta mañana sobre la necesidad de desmontar el paramilitarismo ANTES de entrar en el escenario post-acuerdo. Explicó que con todos los ejemplos históricos que conoce Colombia de traición y matanzas de la oposición política - entre ellos la Unión Patriótica, con más de 6000 militantes asesinados - no se puede tolerar más victimizaciones de parte del Estado.
Además, no se queda solo en ejemplos de la historia; hoy existen las casas de pique, existen estructuras armadas que cobran impuestos en los negocios, amenazas a defensores de derechos humanos, a los reclamantes de tierra, a líderes populares
La comandante añadió que El Gobierno y sus voceros en la Mesa, deben entender que no podrá darse la transformación de una organización armada en movimiento político abierto para debatir en las plazas públicas, ideas y visiones de país, sin armas, si no se desmonta el paramilitarismo de Estado disfrazado de Banda Criminal.
Por lo tanto, las FARC-EP le propusieron a todo el pueblo colombiano alertar tempranamente a la Mesa de Conversaciones sobre presencia paramilitar en sus territorios, para que las autoridades puedan proceder a su inmediata neutralización.
Érica Montero se preguntó por qué se sigue postergando el mandato de la Agenda que establece que el fenómeno del paramilitarismo será esclarecido y lanzó esta inquietud:
“¿Busca acaso proteger y ocultar a los determinadores de esa maquinaria criminal?
Oficina de Prensa Delegación de Paz FARC-EP
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, mayo 7 de 2015
Con guerra sucia no tendremos paz
El anhelado escenario del post Acuerdo de paz para Colombia, no podrá ser si antes no se desmonta efectivamente el paramilitarismo. En otras palabras, la paz con guerra sucia no será la paz. Al comandante del M-19, Carlos Pizarro, lo asesinaron 48 días después de haber firmado el acuerdo de Santo Domingo (Cauca), con el Gobierno de Virgilio Barco. Ese fue el triunfo de la intolerancia y de la contumacia guerrerista y la derrota de una decisión política insurgente, que pudo constituirse en paradigma para procesos posteriores, en ejemplo de lo que debe ser un acuerdo serio de reconciliación. Aquel desenlace fatal solo logró extender una gran mancha de desconfianza sobre las palabras que los gobiernos plasman en los papeles de paz.
El eventual pacto de La Habana debe construirse sobre certezas, y muy lejos, lo suficientemente lejos de la traición: de esas traiciones históricas que terminaron asesinando en un calle de Bogotá al comandante Guadalupe Salcedo en 1957, luego de la desmovilización de la guerrilla liberal del Llano, o al comandante de los comunes Jacobo Prías Alape, compañero de armas y de ideas de Manuel Marulanda Vélez, en la Plaza de Gaitania en enero de 1960.
La Unión Patriótica, alternativa política surgida del Acuerdo de La Uribe (Meta) entre el gobierno de Belisario Betancurt y las FARC, terminó masacrada. Su actual lídereza, Aída Abella, denunció en las audiencias de víctimas del conflicto, realizadas en La Habana, el asesinato de más de 6000 de sus militantes y dirigentes, entre ellos, dos candidatos presidenciales, congresistas, diputados departamentales, concejales y alcaldes. Los mató la intransigencia del militarismo de una derecha brutal, y el paramilitarismo de Estado.
Un pueblo como el colombiano, cada vez más consciente de sus derechos, que ha empezado a movilizarse en masa por los senderos de la patria, reclamando paz con justicia social, cese al fuego y Constituyente, no tolerará, más victimizaciones colectivas por cuenta del Estado, responsable supremo del conflicto. El origen de esta violencia del sistema, está en las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales, de dominación y explotación, de desigualdad, pobreza y miseria, de exclusión e inequidad, que abaten al país, y en la implementación de políticas encaminadas a la preservación y prolongación del régimen imperante.
El Gobierno y sus voceros en la Mesa, deben entender que no podrá darse la transformación de una organización armada en movimiento político abierto para debatir en las plazas públicas, ideas y visiones de país, sin armas, si no se desmonta el paramilitarismo de Estado disfrazado de Banda Criminal; si no se conjura, desde ya, el instinto sanguinario de la guerra sucia; si no se juega limpio, sin trampas ni traiciones, y sobre todo, si no se desmonta esa intolerancia hirsuta que caracteriza a la casta gobernante.
¿Cómo nos van a decir que no existe paramilitarismo en Colombia? ¿Entonces qué son las Águilas Negras, las casas de pique donde se descuartiza a la gente, las estructuras armadas que cobran impuestos a todo negocio en casi todas las ciudades y en las propias narices de las autoridades? ¿Quién está matando y amenazando a los defensores de Derechos Humanos, a los reclamantes de tierra, a líderes populares y de movimientos políticos alternativos? Hay que admitir que el paramilitarismo refinó sus métodos, que no desapareció con la extradición a los Estados Unidos de los capos narco-paramilitares traicionados por Uribe.
Si el Acuerdo de La Habana de agosto de 2012 tiene un numeral en el tercer punto Fin del conflicto que dice que en el marco establecido en el punto 5 (Víctimas) se esclarecerá, entre otros, el fenómeno del paramilitarismo, se tendrá que cumplir entonces esa letra sagrada. ¿Qué sentido o qué tramoya encierra postergar este mandato para la fecha incierta de las calendas griegas? ¿Busca acaso proteger y ocultar a los determinadores de esa maquinaria criminal?
El desmonte del paramilitarismo y de la guerra sucia, es una exigencia de la paz. En esta dirección, proponemos a los colombianos, a los campesinos, a los pueblos indígenas, comunidades afro, a los movimientos sociales y políticos, establecer un sistema de alerta temprana que informe a la Mesa de La Habana la presencia de paramilitares en sus territorios, para que ésta pida a las autoridades acciones inmediatas de neutralización.
Es este el momento de exigir, como un clamor nacional, el desmonte del paramilitarismo.
¿Quienes son los responsables de este crimen abominable?
¡Que se abran los archivos!