QUERIDA VIDA
Darío Botero Pérez
Madre querida, morir es la misma miseria de quien ya no puede. Lo importante es vivir, no meramente sobrevivir sin esperanzas terrenales, esperando la recompensa celestial, renunciando a los derechos que le otorga el milagro de su existencia a todo ser vivo.
Tú y yo vivimos a través de lo que hicimos. Tu siembra fértil me señala que debo seguir haciendo, mientras nos reunimos de nuevo.
Cada vez me convenzo más de que soy único, como lo fuiste tú, y lo sigues siendo; como lo es cualquiera; pero los miserables gregarios no lo saben.
Les han enseñado que son unos pecadores insignificantes, incapaces de gobernarse a sí mismos sin caer en el error.
Y muchos se lo creen, pues suelen pecar, así sea contra su voluntad, esclavizados por las demandas biológicas propias de la Vida, cuya satisfacción les niegan muchas ideologías represivas, logrando desnaturalizar lo que son meras expresiones naturales dirigidas a la conservación de la propia vida y de la especie.
Quienes no caen en esas trampas son los sicópatas. Ellos son quienes nos las imponen a los demás.
Pero también hay muchos -entre las mayorías que conforman el 99%- genéticamente superiores a estos involucionados con cerebros de reptiles, que se creen más inteligentes y con derecho a subyugar y explotar a los despreciados.
Con estos propósitos, los enemigos comunes se encargan de mantenerlos en la ignorancia, con la consecuente incapacidad para defenderse (o eso creen, aunque la realidad los está desmintiendo, para su terror.)
Esos complejos de superioridad explican que sean tan despiadados e insensibles al dolor ajeno, que los sádicos y los masoquistas disfrutan.
A ellos, las bestias involucionadas que acaparan el poder y las riquezas, también los justificaría su particular manera de entender y ejercer su instinto de conservación.
Aunque aman la violencia, sus garras, más que las armas, son sus palabras falaces y sofísticas, no sólo sofisticadas, sus discursos dogmáticos, sus amenazas, ilusiones y mentiras de todo orden, que usan para seducir, asustar, confundir, humillar, engañar y oprimir a los incautos indefensos, así no sean tontos.
Sus teorías y filosofías y seudo ciencias encubren la Verdad, cuyo monopolio intentan reservarse, con palabras ampulosas inaccesibles para el vulgo. Esa, al menos, es su intención.
Pero la realidad no se ajusta exactamente a sus deseos, así tengan tanta experiencia en conspiraciones, desde hace milenios, como los pavorosos sionistas, auténticos enemigos comunes, tan peligrosos como los jeques árabes, los fanáticos musulmanes, los extremistas cristianos; o como los masones y los basp usanos; o los neo-zares y revolucionarios marxistas nostálgicos, y tantos plutócratas más que estamos obligados a identificar, combatir y vencer, si aspiramos a tener futuro sobreviviendo al aterrador presente.
El placer de saber y pensar ya no es exclusivo de quienes tenían acceso a la Enciclopedia británica y a los grandes maestros.
Cada vez hay más humanos que acceden libremente al conocimiento acumulado, gracias al desarrollo portentoso de las tecnologías de la teleinformática.
Actúan soberanamente, sin arredrarse ante la academia como redivivos Máximo Gorki o Estanislao Zuleta-, a la que identifican como cárcel mental que anquilosa y congela la creatividad, pretendiendo apropiársela monopolizando los medios que le permiten expresarse sin obstáculos arbitrarios.
Si reaccionamos con dignidad, no tiene manera de consolidarse la soñada gerontocracia de los plutócratas eternos, que plasman monstruos morales como Donald Trump y Hillary Clinton, fieles reflejos de las minorías que representan, y cuyos privilegios defienden contra el bienestar y los derechos de las mayorías.
No obstante, no desisten de sus mortales propósitos. Insisten en dejarnos sin futuro depredando aceleradamente el presente, buscando la forma de que nos matemos mutuamente, excitados y enceguecidos por la propaganda de odio y las acciones terroristas que tanto ha incentivado la CIA desde hace años, en tantos países.
Pero las consecuencias de las aterradoras políticas autocráticas quieren achacárselas y, sobre todo, cobrárselas a esas mayorías creyentes, precisamente por crédulas y cándidas.
Saben que son pacíficas, ingenuas y básicamente buenas y humanitarias, aunque constituyen las primeras víctimas de los criminales que ofrecen sus vidas para perpetuar las desigualdades y las divisiones entre los ciudadanos globales, causando dolor, desconcierto y desolación a los marginados del poder, así se trate de inconscientes consumistas o místicos conservacionistas o cerreros fieles abrahámicos, budistas, taoístas, hinduistas, incapaces de matar una mosca.
En particular, apresurar la guerra mundial -que no les ha cuajado en quince años al ritmo planeado- es el empeño apocalíptico expreso de las tres religiones provenientes de Abraham, que surgen de los escritos y dogmas formulados por Moisés, posteriormente retomados por Jesús y Mahoma.
A su nombre, amparados en sus palabras divinas, que se desdicen y contradicen mutuamente y cada creyente entiende a su manera, lo cual puede costarles su propia vida, son demasiados los crímenes que se han cometido a través de la Historia.
Pero ahora llegó el tiempo del crujir de dientes, si no somos capaces de oponernos al crimen anunciado y diariamente predicado y reiterado ante miles de fieles, y que los herejes también sufren a pesar de su inocencia e ignorancia respecto a esas materias, o a su rechazo expreso a lo que consideran supersticiones.
Los preparan y alienan para que se resignen al Apocalipsis en curso, sin chistar, pues sería la voluntad de dios manifiesta hace miles de años y conservada por los levitas y sus émulos, en los famosos libros sagrados.
Se trata de doctrinas sincréticas que les imponen a los pueblos los genocidas genéticos y arrogantes, actuando como intermediarios autorizados y exclusivos del dios que ellos mismos definen e imponen.
Realmente, son creaciones y compilaciones de diversas mitologías difundidas por taumaturgos como el citado Moisés, quien aprendió mucho de los masones en el sobrado y sabio Egipto, hasta a hacer pirámides para los extraterrestres, lo cual les sirvió a sus descendientes para construir el templo de Salomón.
La Historia es clara. Su propósito de exterminarnos está escrito en los libros de las tres grandes religiones monoteístas provenientes de Abraham.
En síntesis, se trata de la Tora de Moisés, los Evangelios de Jesús (o, más bien, el espurio Apocalipsis de Juan de Pathmos, pues Jesús sólo predicó amor) y el Corán de Mahoma.
¿Les permitiremos que se salgan con las suyas; o preferimos vivir en armonía, respetándonos y hasta ayudándonos, sin odiarnos o temernos o matarnos o saquearnos mutuamente, como lo postula la Historia gracias a los sicópatas que la han dirigido enfrentándonos a las mayorías como si fuésemos enemigos por naturaleza y no por meras ideologías arbitrarias y totalitarias, impuestas por sicópatas cuya decadencia es evidente?
Sin dudas, es cuestión de dignidad, de modo que la pregunta es si eres digno, pues nos conviene que los seas para poder asegurarnos un futuro gratificante para todos.
¡Tú tienes tu respuesta!