Tres notas criticas,
agregadas por DBP al escrito original de Julio A. Louis:
i “Son ejemplos separados casi por veinte siglos, en lugares diferentes, con formaciones económicas y sociales distintas...partimos de la base que la lucha de clases es el motor de la historia”.
DBP: “Y que la violencia es su partera”. Por eso insisto en que la Historia es un período que no supera los diez mil años (quizás ni cinco), cuyo fin llegó y nos desafía con la extinción, si no lo superamos concertando colectiva y democráticamente nuevos paradigmas igualitarios, tolerantes, equitativos y solidarios, propios de una era de civilización humana que exalte los valores que le atribuios a la especie; pero que los sicópatas desmienten y pisotean, para consternación de los mansos de corazón, que son la mayoría.
ii “...es tan desigual el enfrentamiento que, por más proezas de los pueblos, el imperialismo lleva las de ganar, a menos que el país agredido sea asistido, por auténticos intereses revolucionarios”
DBP: El poder de los pueblos los ha de sacar del atolladero. “... para vencer, en cualquier país o región, se requiere el apoyo internacional, representativo de las grandes mayorías trabajadoras”, dice el escrito que analizo. Así recupera las tesis del Internacionalismo Proletario, que apoyaban el Socialismo en un Solo País para justificar la Revolución Soviética, buscando superar la talanquera teórico política, de gran trascendencia, de que debía ser mundial para triunfar, como lo había señalado insistentemente Carlos Marx.
De modo que es una tesis fundamental del maestro ateo y judío, que errores tuvo pero tanto ha contribuido a entender la Historia como un proceso que no depende sólo de caprichos idealistas; aunque también interviene la voluntad de los hombres, como lo demuestran actualmente los sicópatas del 1% que imponen el Neoliberalismo, de modo que parece como si la decisión de algunos héroes fuese el motor de la Historia en vez de los sustratos productivos novedosos.
O sea, el cambio objetivo en las relaciones entre los sujetos sociales depende, en última instancia, no en todas, se entiende, de las nuevas maneras de producir que mejoran la productividad de forma significativa, de modo que exigen el cambio de las relaciones de producción, hasta ahora inicuas y jerárquicas, que estamos en condiciones subjetivas de emprender, una vez conocida la falsedad, corrupción e inutilidad de los impostores, que gobiernan despojando a las mayorías del poder que les pertenece colectivamente, pero que no han podido ejercer nunca en las sociedades piramidales dominantes en la Historia.
Con su poder insano y degenerado, de sicópatas como Trump, impiden que la Humanidad coseche los frutos de las avanzadas fuerzas productivas alcanzadas, que son patrimonio y fruto común, y cuyo desarrollo es la base revolucionaria real que exigía el científico materialista para que fuese posible una Revolución Verdadera del Modo de Producción, en vez de sólo un cambio de régimen político bajo el mismo modelo piramidal que siguen queriendo reproducir los politiqueros, felices gobernando y lucrando personalmente de su sacrificio.
El aporte de algunos individuos que posan de superiores -con su talante y estilo personal- en las sociedades autocráticas que despojan a las mayorías de su iniciativa política, sigue determinando muchas formaciones sociales reales, aunque la “última instancia”, tan definitiva, pretenda negarlos, cuando la interpretamos de manera dogmática, cerrando los ojos a la realidad política y la diversidad de formaciones sociales existentes, negando el papel de los caudillos, o de los pueblos, en su formación y consolidación, según el carácter igualitario o autoritario que exhiban.
Con la actitud sectaria de quienes sólo reconocen la última instancia, terminamos apabullando ideas sensatas de socialistas y anarquistas utópicos, como Roberto Owen, Claudio Enrique Saint Simon, Pedro José Proudhon, el mismo Tomás Moro, o los ácratas Miguel Bakunin, Curzio Malatesta y Pedro Kropotkin; a quienes podemos recuperar para construirnos el mejor estar para todos, aprovechando y decantando sus aportes, en vez de desecharlos por idealistas, pues son tan valiosos como los de las sociedades desarrolladas al margen del absorbente eurocentrismo, que nos agobia, impidiéndonos apreciar las valiosas experiencias antropológico-socio-económico-políticas y etológicas de nuestras gentes precolombinas, de las que algunos retazos quedan.
Rechazar las utopías como vanas ilusiones pequeño burguesas, fantasiosas, idealistas e irrealizables, constituye un prejuicio marxista, que procede, al analizar los modos de producción, como si todas las sociedades no fuesen obras convencionales, muy al gusto de los potentados; o de las comunidades concertadas en Asamblea Constitutiva de una organización social digna (pues también han existido), reconociendo y respetando la igualdad y la singularidad de los individuos que la conforman, como en el legendario imperio de Malí, por ejemplo, posible inspirador de los valores de igualdad, libertad y fraternidad que jalonaron a las masas, en trance de convertirse en multitudes conscientes, para apoyar la Revolución Francesa del siglo 18.
Abordo el tema debido a su importancia para orientar la lucha de manera acertada, en vez de repetir los errores de la Historia, reproduciendo sus paradigmas inicuos; y prolongándola, cuando llegó la hora de enterrarla para remplazarla por la Sociedad Democrática Global.
Pero el poder de los pueblos, que incluyen a las despreciadas clases medias y hasta a patronos justos y humanos, debe expresarse mediante el ejercicio de la Democracia Directa, de la manera más global y simultánea posible, no sólo por las clases trabajadores ni, mucho menos, exclusivamente por el proletariado, suplantado o materializado por los revolucionarios profesionales. Así dejó de ser una categoría analítica sugerida por el poeta judío, Enrique Heine, a su amigo intelectual, que se la endilgó a los obreros industriales hacinados en las fábricas incipientes del siglo 19.
Los fieles al dogma y no al método marxista, insisten en seguir reservándole la revolución comunista, que sería lo máximo, al proletariado, en vez de dejar que cada ciudadano intervenga, así sea uno de los oligarcas que engañan y fanatizan a las masas, impidiéndoles que se asuman y actúen como multitudes formadas por seres pensantes y dignos, como los que se están expresando en Venezuela: “Sin una clase obrera estructurada y poderosa, el punto de apoyo chavista recae en las comunas, el campesinado, la población de las periferias urbanas, el funcionariado público, los movimientos feministas, juveniles, LGBT, las fuerzas armadas y parte de la burguesía”.
Pero es indispensable que la lucha no sea sólo de Venezuela, pues los enemigos son comunes y globales, de modo que es necesario atacarlos al mismo tiempo en todas partes.
La simultaneidad de la Revolución, en tantos países como se pueda, garantiza que la victoria multitudinaria no pueda ser masacrada por parcial, aislada o nacional, como está sucediendo en Siria. Y en los demás países donde la población protagonizó la ejemplar Primavera Árabe, cuyas banderas tenemos la obligación de recoger, frustrando las ambiciones de tantos politiqueros dispuestos a suplantarnos, para gobernarnos y corromperse, como los citados por Julio A. Louis en su repaso histórico tendiente a justificar las canalladas de los poderosos (Toussaint-Louverture y los demás afectados por el Axioma de lord Acton), que son quienes acceden al poder a nombre de cualquier clase social.
Recomiendo ver, entre otros, pues son obsesiones viejas y generales, ajenas al oportunismo politiqueros que hace tan deleznables a los impostores arribistas, los siguientes ensayos:
GADAFIS, ESCLAVITUD PROLETARIA E IGUALDAD SOCIAL
POTENTADOS O VIDA, TU DECIDES - Por Darío Botero Pérez
PODER POPULAR GLOBAL x:Darío Botero Pérez
iii “ego individualista” es el pecado de los pequeño burgueses, despreciados por los revolucionarios orgánicos y profesionales (que dirigen los partidos proletarios) porque carecen da las altas cualidades del abstracto proletario impoluto, puro, ejemplar, inexistente pero rentable para politiqueros de izquierda, en particular los marxistas, que actúan como cualquiera cuando disponen de poder.
Son quienes señalan de pecadores a los demás, de modo que les recetan lavados de cerebro, o procesos de reeducación ideológica de clase; como la famosa Revolución Cultural promovida por Mao Tse-Tung en China Continental, la dizque Comunista.
La represión masiva de orden cultural, fue una réplica de los gulags de Stalin, bastante usada en los países “socialistas” de los Balcanes y en todas las dictaduras proletarias, que desprecian a los demás seres humanos porque -si actuamos de manera autónoma, como iguales jurídicos pero biológicamente únicos e irrepetibles- no seríamos consecuentes revolucionarios, pues introduciríamos mucho desorden en los planes centralizados y técnicamente infalibles, impuestos por las jerarquías del partido.
Se trata de modelos fracasados por razones objetivas, que darían lugar a discusiones bizantinas, inaceptables cuando la Democracia Directa es reconocida como el derecho de cada ser humano a intervenir en la política, libremente, sin constreñimientos ni catecismos que deba acatar para poder hablar sin correr riesgos de reeducación, típicos de los regímenes totalitarios de todas las ideologías, ya sean laicas (como la que dirige las cárceles en Guantánamo, Cuba) o teológicas (como las de los iluminados Erdogan en Turquía y Assad en Siria).
Como antídoto he escrito varios ensayos. Aleatoriamente recomiendo leer Teoría General de Igualdad y DICTADURA ESPECIFICA, que fueron publicados por varips portales y conservan su vigencia. DBP