Camino al poder popular
Pronto ha de ser neutralizado el patrón del delfincito Iván Duque, pues hasta éste lo puede traicionar, porque es de la cuerda de Santos y no de la del arribista Uribe, social e ideológicamente hablando.
Aunque la farsa, el circo, la mentira y los falsos odios son propicios para generar enfrentamientos entre los engañados por unos contra los engañados por otros.
Así roban sin que nos percatemos, pues todos son lacayos neoliberales, corruptos demagogos y politiqueros, amigos del poder y la riqueza. Y la riqueza individual y significativa se las garantiza las transnacionales y no el pueblo empobrecido. Tanto a Duque como a Petro. O sea, al que elijan los borregos. Creer otra cosa es ternura.
Por eso, a nadie le extendemos un cheque en blanco. Exigimos que el pueblo retome el poder sin violencia, imponiendo la fuerza de las mayorías dignas y conscientes; en vez de cultivar la personalidad del disponible Petro, a quien podemos comprometer con un programa popular mínimo, sin endiosarlo como un caudillo imprescindible.
Ya no estamos para tales farsas fetichistas. Sin embargo, en ellas se sustenta el poder de los grandes enemigos de los pueblos, arrebatado a los integrantes de sus huestes, convertidas en zombis; lo cual explica el poder arrasador de los suplantadores de ciudadanos, como Trump y Uribe, y tantos caudillos más.
O sea, sabemos cómo son todos los politiqueros: seres humanos débiles ante la tentación; de modo que es mejor no tentar a nadie, para armar alharacas moralistas (hipócritas) cuando caiga en sus particulares tentaciones.
Pongamos las cosas claras. Y para adelante pueblo, definamos nuestras condiciones y aportemos todo nuestro esfuerzo colectivo para definir un Nuevo Contrato Social Democrático, que debemos empezar a formular, completar y depurar a partir de las promesas hechas por el ex guerrillero del M-19, de una vez, pues son sensatas y convenientes para desacelerar el desastre.
El tiempo se agota, y tenemos que avanzar políticamente a ritmo vertiginoso, antes de que el 'Punto de no Retorno" al que nos conduce el Neoliberalismo, sea alcanzado, volviendo vano cualquier esfuerzo de supervivencia colectiva.
Por su trayectoria, a Petro podemos considerarlo un probable enemigo, sincero y altruista, de la centenaria iniquidad; cuya perpetuación y agudización garantizan los candidatos abiertamente comprometidos con la defensa y conservación del régimen.
Es honesto reconocer el carácter de la lucha subversiva o revolucionaria que adelantó el M-19. Se conformó contra la farsa electoral que le robó al pueblo el triunfo de la Anapo y su candidato, Gustavo Rojas Pinilla, el 19 de mayo de 1970, gracias a la fuerte represión del abuelo de Vargas Lleras.
A tal lucha valerosa y novedosa, organizada y dirigida por el inolvidable Jaime Bateman, perteneció Petro, un revolucionario decidido desde joven.
Petro, armado como guerrillero de esa organización político-militar, luchaba contra el régimen oprobioso, que continúa oprimiéndonos, despojándonos y feriando la patria.
Pero ya no confiamos en redentores. Sabemos que la Verdadera Revolución es obra democrática de las mayorías pensantes, soberanas y participantes; no de guerrillas, partidos, organizaciones, capillas ni mesías.
Lo cual no obsta para reconocer el altruismo de los guerrilleros, que exponen sus vidas en busca de un cambio de régimen, o del mismo sistema capitalista, que favorezca a los oprimidos y marginados.
En cualquier caso, pese a las argucias neo lingüísticas de Uribe, de ninguna manera podemos comparar los motivos de Petro, o de la mayoría de los guerrilleros, con los motivos, la mezquindad y la degeneración de los paramiltares o autodefensas armadas, organizadas y santificadas por Álvaro Uribe Vélez -el gobernador de Antioquia que apoyó al desacreditado reo del proceso 8.000- para atacar abiertamente a los guerrilleros, en patrullas y bandas conjuntas con la fuerza pública.
También se encargaban de expulsar a los campesinos de sus tierras, comprándolas por sumas irrisorias para legalizar el robo. Igual que en la Violencia de los cincuentas, que despojó a tantos colonos en beneficio de tan pocos terratenientes. Por eso resultó gran latifundista el honorable ex dictador.
Pero sólo el pueblo empoderado defenderá la patria; y a los que la traicionan y negocian sus tesoros, los castigará. Esperar que éstos se castiguen a sí mismos, es seguir en lo mismo. Y ya sería auténtica estupidez. Pero es la promesa de la Cumbre de corruptos, de abril, en Lima.
Por eso conviene elegir a Petro, pero comprometiéndolo con la participación decisiva de los ciudadanos en el desarrollo de un programa de gobierno que termine entronizando la Democracia Directa, la única aceptable y verdadera.
En consecuencia, las coaliciones para la posible segunda vuelta, no son una estrategia verosímil para romper la politiquería y el clientelismo, que viven de la corrupción.
De ninguna manera confirman la intención de cambiar la forma putrefacta de ejercer el gobierno. Por tanto, no responden a las expectativas de los ciudadanos, hartos de delegar su cuota de poder en politiqueros corruptos y demagogos. Y no serán el anzuelo para aglutinar a los individuos soberanos resueltos a cambiar el régimen. A hacer una verdadera Revolución Popular Democrática.
Ciertamente, los representantes sobran para los ciudadanos conscientes, capaces de pensar por sí mismos; dispuestos a intervenir activamente en lo público, con la autoridad y el derecho del individuo soberano, integrado a la sociedad sin someterse a ningún otro individuo que se considere superior, o más fuerte; un presumido farsante convencido de ser capaz de representar y suplantar a otros, además de a sí mismo, que es a lo que nos tiene acostumbrados la caduca y falsa "democracia representativa"; agónica y dispuesta a arrastrarnos a todos a su tumba, amparada en las terribles profecías del Armagedón.