Función de la Cumbre
(Versión actualizada)
En la Cumbre de abril, en Lima, los gobernantes lacayos del Imperio trazarían los ajustes a sus conspiraciones democrático-representativas.
Adecuarían a las nuevas realidades las garantías para los inversores depredadores y saqueadores, como los que padecen de la "fiebre del oro"; aclarando el tamaño y la logística de los sobornos correspondientes a cada emprendimiento, suicida por ecocida. Pero rentable para los vendepatrias intermediarios, que tienen derecho a multiplicar la inversión hecha para obtener el gobierno de su nación.
Ningún negociante invierte para perder. Y los sacrificados politiqueros no son la excepción, almas benditas, honestas e incomprendidas; víctimas del desagradecimiento ajeno.
Desde luego, un punto central sería definir la manera de seguir impunes; impidiendo el empoderamiento del pueblo, cada vez más lanzado a ejercer sus derechos políticos directamente; aparte de ideologías, sin pedirle permiso a nadie, ni subordinándose a partidos o movimientos que lo suplanten o recorten sus derechos.
Naturalmente, en la lógica del parasitismo rentista y la politiquería vende patria; para nuestros astutos, ambiciosos y mediocres gobernantes, es indispensable incrementar el saqueo de los países, cediendo monopolios públicos inalienables y nichos ecológicos fundamentales, para que la rentabilidad de las multinacionales sea enorme y el PIB crezca.
No les importa que a los nacionales en nada los beneficie su incremento. Lo cierto es que los perjudica gravemente cuando lo aumentan a costa de los ecosistemas que han sustentado la vida de generaciones de campesinos, que las Cuentas Nacionales del capitalismo no contabilizan, ignorando su aporte económico real para numerosas comunidades, independientes o marginales al mercantilismo y el consumismo. O sea, para el capitalismo no existen como agentes económicos. Prácticamente, los considera indigentes improductivos, parásitos sociales o criaturas exóticas.
Por eso, los politiqueros arrasan con sus economías de subsistencia, para entregar sus tierras al saqueo extranjero, pues éste es el palo de donde salen las cucharas de los politiqueros.
Pero, para disfrutar sus cucharas en paraísos extranjeros, necesitan estar libres. Algo que ninguno se merece aunque todos creen que, sacrificando a Nicolás Maduro, los electores y los ciudadanos escépticos volverán a dormirse, vengados y confiados en sus honorables representantes.
Sin embargo, íntimamente, todos, en todos los espectros politiqueros o corrientes ideológicas, temen que las masas fanatizadas y divididas maduren, reflexionen, se empoderen y se transformen en multitudes conscientes, como está sucediendo en todo el Mundo, vertiginosamente. Casi tan rápido como la extensión de la guerra mundial, que muchos no quieren ver.
Evidentemente, como sería imposible recuperar la confianza de los suplantados, ya sin vendas en los ojos; antes de que éstos reaccionen, la medida inmediata para mantener su impunidad sería que los politiqueros gobernantes admitiesen la solución cruenta para Venezuela; siendo la invasión extranjera la más expedita, pues la guerra civil de 2017, tras cuatro meses de lucha en las calles y un muerto diario, promovida por la dividida Mesa de Unidad Nacional, no les cuajó.
Aprobar la estrategia, formalmente corresponde a la Cumbre de las Américas; aunque sería Trump el que definiría e impondría lo que se le ocurriese, de esto no hay duda.
Es el genio y el mesías capaz y esperado, para los insípidos retrógrados, que lo admiran porque son capaces de entender su infinita grandeza y su exquisita delicadeza.
Por eso intentaron que Maduro no asistiese a la significativa reunión, pues podría oponerse a que invadan su país.
Finalmente, tras la defección de Trump, se negó a asistir. No tiene nada para negociar con lacayos de su mismo nivel e igual de corruptos, cuya agresión contra Venezuela se ha convertido en el desenmascaramiento público global de todos estos zánganos impostores, ladrones, mentirosos y asesinos.
Ninguno de ellos puede exhibir nada mejor que los astutos líderes bolivarianos, que les han dado sopa y seco, a pesar de la pérfida y sostenida ofensiva imperial, cuya última proeza se les desmoronó y los está desacreditando mucho más, ante quienes eran indiferentes o los creían decentes.
Son tan ridículos y patéticos como el corrupto, cínico y taimado, Michel Temer atacando a Lula. Lo ataca por las pajas en sus ojos. Pero no reconoce las enormes vigas que le cubren sus propios ojos, pese a ser evidentes en este bandido de siete suelas, que tiene procesos judiciales en curso.
Junto a sus honorables colegas, son los padres politiqueros de sus respectivas patrias y lacayos incondicionales del Imperio.
Pero se requiere una decisión de alto nivel y extrema gravedad para conservar los privilegios tradicionales de los gobernantes, antes de que los ciudadanos deslegitimen y desconozcan a sus falsos representantes.
En consecuencia, el peligro es inminente cuando se juega la libertad de los politiqueros, que no pueden esperar a que los ciudadanos retomemos el poder.
Guerra o Revolución es el dilema principal. Y la decisión depende de la soberanía individual, lo mismo que de la solidaridad ciudadana entre los lúcidos que no se dejan manipular; mucho más que de la fuerza prestada de los arrogantes gobernantes, que en sí mismos carecen de una cuota de poder mayor que la de cualquier otro ciudadano, aunque algunos pueden iniciar la guerra atómica, como el esquizofrénico Trump en su personalidad de monstruoso Mr. Hide.
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Al menos, su debilidad es obvia cuando pierden a quienes les ceden la cuota de poder personal de cada uno de ellos.
Y su derrota es inminente e inevitable, cuando cada uno resuelve usar la suya, uniéndola a la de los demás que hayan despertado, en vez de cedérsela a otro...
Conviene, entonces, resolvernos a usar la nuestra. Yo lo hago hace rato. Pero una golondrina no hace verano, por mucho que gorjee.